domingo, 25 de agosto de 2013

UTILIZACIÓN DE PSICOFÁRMACOS POR SUJETOS CON RETRASO MENTAL

Tesis doctoral del Dr. Emilio Pol Yanguas




Definición y clasificación de la discapacidad intelectual.


Las personas con discapacidad intelectual son aquellas cuya función intelectual está por debajo de la población general, unido generalmente a un déficit en la conducta de adaptación al entorno. El desfase intelectual se mide mediante "exámenes normalizados de la inteligencia" que proporcionan un "Coeficiente de Inteligencia" (CI) que relaciona la edad mental con la cronológica. Se dice que existe un "déficit de adaptación" cuando los individuos no satisfacen la norma de independencia personal y responsabilidad social, esperada para su edad o grupo cultural. Es posible que un individuo sea considerado deficiente mental en una situación o un grupo de edad determinado, pero no en otro grupo o entorno, que fuera más relajado, menos competitivo, más permisivo y en el que sea mejor aceptado.

Atendiendo al CI, los sujetos pueden clasificarse como: discapacitados ligeros, discapacitados moderados, discapacitados graves o discapacitados profundos. Esta es la clasificación más generalizada.

Recientemente se están adoptando sistemas de clasificación que ponen el énfasis en la interacción entre individuo y ambiente. No se clasifican a los individuos en virtud de su CI, sino atendiendo al apoyo que necesita la persona para desenvolverse en un entorno dado: limitado, intermitente, extenso, o generalizado. Los términos discapacidad intelectual, deficiencia y retraso mental se pueden considerar sinónimos.


Criterios diagnósticos en CIE-10.

El "Retraso Mental" 1 es un trastorno definido por la presencia de un desarrollo mental incompleto o detenido, caracterizado principalmente por el deterioro de las funciones concretas de cada etapa del desarrollo y que contribuyen al nivel global de inteligencia, tales como las funciones cognoscitivas, las del lenguaje, las motrices y la socialización. El retraso mental puede acompañarse de cualquier otro trastorno somático o mental. La adaptación al ambiente está siempre afectada, pero en un entorno protegido y con apoyo adecuado, puede minimizarse su efecto. Puede haber un deterioro de conducta, que no se deba a un trastorno concomitante, ello deberá especificarse. En el diagnóstico deberá incluirse la causa del retraso, cuando se conozca.

Pautas diagnósticas 1: La inteligencia ha de ser evaluada a partir de un gran número de capacidades más o menos específicas. Las distintas capacidades suelen tener en cada individuo un nivel de desarrollo equiparable, pero pueden darse discrepancias profundas, especialmente cuando existe retraso mental. Algunas personas pueden presentar déficits graves en un área (por ejemplo, el lenguaje) o/y una capacidad mayor en otra (por ejemplo tareas viso-espaciales simples), a pesar de un retraso mental profundo. Al determinar el grado de desarrollo intelectual, se debe conjugar información que incluya las manifestaciones clínicas, el comportamiento adaptativo, y los hallazgos psicométricos.

Para un diagnóstico definitivo debe estar presente un deterioro del rendimiento intelectual, que da lugar a una disminución de la capacidad de adaptarse a las exigencias cotidianas del entorno social normal. Los trastornos somáticos o mentales asociados tienen una gran repercusión en el cuadro clínico y en el rendimiento. La categoría diagnóstica elegida debe basarse en la evaluación global. Las categorías o grados de retraso mental se establecen en función del cociente intelectual (CI), que debe ser aplicado de manera flexible, considerando los problemas de validez transcultural. El CI debe determinarse mediante la aplicación individual de tests de inteligencia estandarizados y adaptados a la cultura del enfermo, seleccionados de acuerdo con el nivel de funcionamiento individual y los tipos de invalidez adicionales que este padezca, como problemas de expresión del lenguaje, sordera, y otros defectos físicos.

Las escalas de madurez social y de adaptación aportan información suplementaria, que puede complementarse con entrevistas a los padres y a las personas que se relacionan y cuidan a estos sujetos y conocen su capacidad para la actividad cotidiana.

 "En esta tesis por tanto, se prueba  la alta prevalencia del uso de psicofármacos en personas que padecen retraso mental, la prescripción de los mismos, relacionada con factores demográficos, patológicos, adaptativos y culturales"





INDICE.
 






sábado, 24 de agosto de 2013

Otro caso clínico de sobremedicación y morbilidad medicamentosa




Autores
Adrián Bartoll Andrés
J. Salvador Escoda Casanova  
Paola Herraiz Robles

(estudiantes de 5º farmacia)


Revisado por: Emilio Pol (Doctor en Farmacia)




El paciente XX es varón y tiene 34 años. Presenta diagnóstico de trastorno esquizoafectivo de tipo bipolar. Su madre, padre y hermano tienen también trastornos psiquiátricos. La situación familiar es muy problemática, e impide la convivencia de XXX con ella. Ha ingresado desde los 18 años en múltiples ocasiones, por reagudizaciones que coincidían con la presencia de diversos estresores ambientales, abandono de tratamiento y consumo ocasional de drogas, que cursaban con actitudes agresivas, ideas delirantes, alucinaciones auditivas. La respuesta al tratamiento durante estos ingresos era buena y la duración breve. Ha estado años completos en pisos tutelados y en pisos normalizados con compañeros, incluso ha mantenido trabajo normalizado. Durante estos periodos se ha mantenido estable  con dosis relativamente bajas de antipsicóticos (ver ilustración 1), en general, la mayor parte del tiempo se ha mostrado adherente al tratamiento y con adecuada conciencia de su enfermedad. Actualmente el paciente está ingresado (desde 2009) en un centro de media-larga estancia para enfermos mentales. Recibe un tratamiento que puede considerarse “intensivo” (ver tabla 1). Dentro de las características personales demuestra ser aseado y se cuida el aspecto. Participa en diversas actividades que se le proponen, como los programas que se ofrecen para perder peso, y se está valorando su traslado a un piso tutelado.  Existen informes que describen su caso, aconsejando su alta y la reducción de dosis de antipsicóticos, ya que presenta tolerancia a las reducciones de dosis. Actualmente, su actitud es positiva y se encuentra estable. No obstante sufre y se queja de diversos efectos secundarios, posiblemente relacionados con el tratamiento (ver tabla 3). Él se encuentra ahora mismo bajo curatela.                         

Hemos realizado un proceso de revisión con su medicación. Para reflejar la intensidad de la dosificación, hemos empleado la unidad Dosis Diaria Definida (DDD) (1),y la dosis máxima indicada en la ficha técnica de cada medicamento (4). Ver tablas 1 y 4.



Los datos que muestra la tabla dan una carga total de medicación antipsicótica. (Medicamentos del grupo N05A) para el paciente de 7,8 DDD (aproximadamente equivale a 2340 mg de clorpromazina /día).

En este apartado, también es importante señalar las guías de tratamiento para la esquizofrenia y trastorno esquizoafectivo (2), las dosis de mantenimiento con antipsicóticos deberían ser de 0,3-0,6 gramos equivalentes de clorpromazina, es decir, entre 1 y 2 DDD, diferenciando por gravedad de la patología, y en los casos en los que se usen antipsicóticos de segunda generación, la dosis de mantenimiento debería ser similar a la dosis que se le administró cuando se iniciaron los síntomas (siendo ésta entre 1 y 2 DDD), dosis mayores no producen más respuestas, ni más completas y sí más efectos adversos. En cuanto a la forma de liberación prolongada (paliperidona palmitato) (2). , su indicación es como alternativa a la vía oral, es decir, o se prescribe por vía oral, o formulaciones de liberación prolongada, independientemente de que en ocasiones fuese necesario transitoriamente prescribir ambas. Finalmente, en relación a los estabilizadores del humor (ácido valproico) (2), su eficacia no está totalmente demostrada en el tratamiento de la esquizofrenia, y de entre todos, el estabilizador del ánimo más eficaz según se indica es litio, que el paciente recibió con anterioridad con resultados adecuados.

Revisando otro apartado que es trascendente a la hora de valorar una medicación, hemos comprobado si existen interacciones entre los principios activos anteriores, y las resumimos indicando los fármacos implicados, su efecto, y la gravedad (3). (Tabla 2)

 


Por ello, proponemos revisar concienzudamente la medicación presente en este paciente, ya que la interacción olanzapina-risperidona y la prescripción de paliperidona depot, se trata de duplicidades y potencia el número y gravedad de reacciones adversas al medicamento.

Otro tema a tratar, que es sus problemas de salud, ya que pueden estar relacionados con los fármacos que se le han prescrito, porque muchos de estos problemas, son parte de los efectos adversos que producen estos medicamentos, como podemos comprobar viendo la ficha técnica del medicamento (4). (Tabla 3)




Como se puede ver, los problemas que presenta el paciente, pueden estar provocados por su medicación, sobre todo los antipsicóticos que están a dosis muy superiores a las recomendadas. Una vez más, una recomendación es intentar evitar que estos problemas vayan a más, y tiene que ser prioritario controlar la salud del paciente.

El último asunto a valorar es la dosis máxima de cada medicamento, alcanzada la cual no se consigue beneficio terapéutico, sino que se aumenta la frecuencia e intensidad de los efectos adversos que presentará el paciente (4). (Tabla 4)



El problema actual: la situación es un paciente que se encuentra razonablemente bien de su patología mental, pero presenta efectos secundarios relacionados posiblemente con el uso de dosis elevadas y polifarmacia. Existe el temor de que una reducción de dosis y/o simplificación del tratamiento pudiera llevar a un empeoramiento del estado mental del sujeto. Para responder a esta pregunta (si reducimos las dosis, ¿recaería?), hemos hecho una gráfica de la intensidad de tratamiento con los dos grupos principales utilizados (anticonvulsivantes/estabilizadores del humor y antipsicóticos) a lo largo de los 18 años de tratamiento. Ver ilustración 1.


Como puede verse, el paciente se ha mantenido con dosis de antipsicóticos notablemente inferiores a las actuales, y sin anticonvulsivantes. Por lo tanto, nuestra recomendación es, reducción lenta progresiva de las dosis de anticonvulsivantes y antipsicóticos hasta mantenimiento con un solo antipsicóticos con o sin  estabilizadores del humor. El antipsicótico ideal para este paciente, teniendo en cuenta el perfil de seguridad y el historial de abandono de tratamiento, debería ser un “depot” que produjera los menores efectos metabólicos posibles y la menor hiperprolactinemia. Un fármaco como flufenazina decanoato a una dosis entre 0,5 DDD (12,5mg=0,5ml=1/2ampolla c/21 día=0,6DDD), y 2DDD (25mg=1ml=1 ampolla c/14 días=1,8DDD) puede ser una opción válida para este paciente, ya que apenas tiene efectos metabólicos e hiperprolactinémicos, y al ser de liberación prolongada mejoraría su adherencia. (5)





Comentario final

Este paciente es un ejemplo del dilema terapéutico, en el que no podemos ignorar el problema que nos plantea este caso, ¿se podría individualizar y ajustar al mínimo la medicación?, ya que como hemos visto al estudiar su historia clínica, ha estado períodos amplios de tiempo estable, con un tratamiento menos intensivo para la persona. Sin embargo, se ha optado por el tratamiento intensivo “por si acaso recae” sin comparar los beneficios frente a los perjuicios y daños que ya padece y los que se le pueden producir en un futuro. Se ha reportado en numerosos artículos los efectos negativos derivados de la medicación antipsicótica para el tratamiento a largo plazo, afectando al volumen y funciones cerebrales, entre otras (6). ¿Es esta situación beneficiosa? ¿A tenor de qué se le da una medicación a dosis tan altas?. Para resolver este dilema, se ha de ejercer el principio de autonomía del paciente por medio de la toma de decisiones compartidas entre el equipo y el paciente con el correspondiente consentimiento informado. (7)

Como sabemos, efectivamente las recaídas y los episodios psicóticos son peligrosos y dañinos para los pacientes, pero habría que plantearse si no son peores los efectos producidos por el tratamiento. Hay que exigir a todo profesional sanitario que sea consecuente con sus responsabilidades para con el individuo, responsabilidades que van desde ser consciente de los problemas que va a causar el tratamiento intenso (falta de concentración, obesidad, somnolencia o disfunción eréctil) a efectos adversos a largo plazo como las ya mencionadas deficiencias cognitivas.

El empoderamiento del paciente es lo que va a resolver la principal causa de la recaída, que no es por intensificación del tratamiento si no el abandono y seguimiento del tratamiento ( fármaco-relación terapéutica).


Bibliografía:

(1) ATC/DDD Index 2013 WHO Collaborating Centre for Drug Statistics Methodology,  http://www.whocc.no/atc_ddd_index/ (Consultado el día 12/06/13).
(2) Buchanan RW.  et al. The 2009 Schizophrenia PORT Psychopharmacological Treatment Recommendations and Summary Statements. Schizophrenia Bulletin 2010; 36: 71–93.
(3) Multi-drug interaction cheker from Medscape reference
(4) Página web de la agencia española del medicamento, fichas técnicas de cada principio activo http://www.aemps.gob.es/cima (consultado el día 12/06/13).
(5) Covell NH. et al. Effectiveness of switching from long-acting injectable fluphenazine or haloperidol decanoate to long-acting injectable risperidone microspheres: an open-label, randomized controlled trial. J Clin Psychiatry 1012; 73:5; 669-675
(6) Sweeney JA. The Long-Term Effect of Schizophrenia on the Brain: Dementia Praecox? Am J Psychiatry 2013; 170: 571-573.
           (7) A los que se medican. Blog ¿Esquizoqué? http://esquizoque.blogspot.com.es 12 de Junio de 2013.
 

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