Autores: Fco.
Javier López González y Mª. Teresa Pérez Marín
- OBJETIVO:
Los objetivos del presente trabajo son describir las principales técnicas de tratamiento psicológico para el manejo del asma, al comentar brevemente un artículo de aparición en el año 2001 en el Journal of Health Psychology, (Smyth et al., 2001), relacionado con la relajación (entrenamiento), y la secreción de cortisol.
- HIPÓTESIS, DISEÑO Y RESULTADOS DEL ESTUDIO.
Los
autores se proponen como hipótesis conceptual o pregunta clínica de relevancia,
si la relajación (o algunas técnicas de reducción de la activación), influyen
en la producción y secreción de cortisol. En concreto, se plantea que la
relajación podría mejorar los síntomas asmáticos, alterando esa secreción.
Para
comprobar dicha hipótesis, escogieron a 40 sujetos adultos asmáticos a los que
harían un seguimiento de veintiún días en el ambiente natural de los sujetos. A
mitad de este período, los participantes recibieron el entrenamiento en
relajación, de forma que el estudio (longitudinal) permitiera comparar la
situación sin tratamiento y la situación post-tratamiento.
Los
resultados mostraron, por una parte, que los niveles de cortisol no se reducían
tras la intervención psicológica. Los autores discuten este resultado contrario
a su hipótesis y vienen a hipotetizar de nuevo que los pacientes con asma
presentan una respuesta del eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal distinta a la
que presentan personas sanas, también contemplan la posibilidad de que los
resultados sean debidos a la interacción entre la medicación esteroidea y la
relajación. De hecho, encuentran que aquellos individuos que no están medicados
con el grupo de fármacos citados, sí
presentan la reducción esperada.
Por otra parte, mientras que el
estrés estaba asociado con altos niveles de cortisol “antes” de la intervención en relajación, “después” de ese entrenamiento, se asociaba con bajos niveles de la
hormona, lo que apuntaría a una modificación de la responsividad al estrés tras
el tratamiento (relajación).
- COMENTARIO.
El
presente trabajo que referenciamos y comentamos, aborda uno de los trastornos
con mayor prevalencia en el mundo como es el asma. Desde la perspectiva de la
Psicología de la Salud, se considera al asma un trastorno respiratorio de curso
crónico y que se caracteriza por una obstrucción parcial e intermitente de las
vías respiratorias, como resultado de la hiperreactividad de éstas ante
determinados estímulos tanto de origen interno, como externo. La peculiaridad
de esta obstrucción es su reversibilidad y puede deberse a cuatro factores,
como son: constricción del músculo liso bronquial, inflamación de la mucosa
bronquial, aumento de dicha secreción mucosa lesiones epiteliales y cambios estructurales
en las mismas. (US. National Heart, Blood, and Lung Institute, 1995).
En
términos de calidad de vida de las personas afectas de esta enfermedad, se
puede considerar que produce un gran impacto y una gran sangría económica en
términos de coste sanitario y social asociado a la misma. Asimismo se pone de
manifiesto en tanto en la percepción de pérdida de calidad de vida por quienes
la padecen y sus familiares; como por indicadores tales como: el absentismo
laboral o escolar, o la restricción de actividades que esas personas deben
llevar a cabo.
Afortunadamente,
el asma es una enfermedad para la que existe tratamiento farmacológico efectivo
permitiendo un buen control sobre la misma, que se pone de manifiesto en la
reducción de la mortalidad asociada que se ha podido observar en varios países
en los últimos años.
Sin embargo, la farmacoterapia, no
sólo no ha sido capaz de evitar el incremento de nuevos casos, sino que tampoco
ha traído consigo una eliminación de las crisis de los que ya la padecen.
Varios factores pueden estar incidiendo en ello.
Por
una parte, como en el caso de otras enfermedades crónicas no sintomáticas (y el
asma es una de ellas en períodos inter-crisis), existen dificultades en
relación a la adherencia a los
tratamientos, así como en el adecuado seguimiento de la enfermedad.
Por
otra, factores como el estrés o ciertas emociones (miedos, ansiedad, fobias),
así como procesos de condicionamiento –tanto clásico, como operante- que pueden
actuar como desencadenantes de síntomas
asmáticos o como excerbadores de la patología. Más aún, aspectos tales como las
atribuciones causales que los sujetos hacen acerca de su enfermedad, pueden
determinar comportamientos en relación al cuidado del trastorno.
Finalmente, tanto la
naturaleza impredecible de las crisis, como la severidad y las nefastas
consecuencias que ésta puede tener, convierten al propio trastorno en un estresor crónico muy importante en sí
mismo, que puede incidir en el propio curso de la enfermedad y en las pautas de
manejo de las mismas.
En este contexto, la
intervención psicológica sobre el asma presenta ya una larga tradición y, en
particular, las técnicas de relajación
progresiva o diferencial y del control
de la activación autonómica.
La primera es una técnica que ha sido
utilizada muy frecuentemente entre los psicólogos clínicos y de la salud, para
el control del asma. En contra de lo que los autores exponen, los resultados no
son tan concluyentes como para afirmar sin género de dudas que este tipo de
terapias prevenga o reduzca la severidad de los ataques de asma, así como que
mejore la función respiratoria. (Véase Vázquez y Buceta, 1993).
Sin embargo un meta-análisis
realizado por Devine (1996) sobre 31 estudios llevados a cabo entre 1972 y 1993
en relación al efecto de tratamientos psicológicos y psico-educativos sobre el
asma, ha puesto de manifiesto cómo son, precisamente las intervenciones
educativas y la relajación, las que muestran unos mejores beneficios en los
parámetros de la enfermedad.
Por
ejemplo, como Lehrer y cols. (1994) ya mostraron, la relajación produciría un
efecto reductor tanto de la actividad simpática como parasimpática; es decir,
entrañaría una reducción de la función pulmonar pero también de la respuesta
compensatoria parasimpática, lo que mejoraría el pronóstico a medio-largo
plazo, aunque tuviera un impacto insignificante o incluso negativo en dicha
función pulmonar actual.
La
hipótesis del decremento de los niveles de cortisol como resultado de la
aplicación de la técnica (relajación), no es confirmada, sin embargo por el
estudio. Los autores vienen a comprobar que el entrenamiento ha sido eficaz en
la reducción del estrés y el humor negativo, así como en la mejora de la
función pulmonar; luego la falta de resultados no puede ser achacable al fallo
del tratamiento.
En
consecuencia, Smyth y cols. proponen otras alternativas para explicar los
resultados contrarios a lo esperado.
- Por una parte, la posibilidad de
que la respuesta del eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal sea diferente en
pacientes con asma que en personas sanas.
- Por otra, la posible interacción
entre la medicación corticosteroidea y la relajación. Esta segunda posibilidad
descansa en el hecho de que aquellos individuos que no usaban esta medicación sí
presentaban el efecto esperado de reducción de los niveles de cortisol
tras la intervención.
Finalmente,
los autores comprueban una segunda hipótesis, si bien el diseño seguido no les
permite una profundización suficiente en ella: las relaciones entre el
entrenamiento en relajación y la respuesta del eje
hipotálamo-hipofisiario-adrenal al estrés. El resultado más interesante –y que
desconocemos si ha sido replicado- tiene que ver precisamente con esa
interacción encontrada entre el estrés y la intervención sobre los niveles de
cortisol.
En
suma, este estudio viene a poner de manifiesto que la relajación y las técnicas
de manejo del estrés tienen una eficacia en el tratamiento del asma sobre
varios parámetros de la enfermedad, tanto objetivos, como subjetivos. Y suponemos
que desde la publicación del estudio, los ensayos se habrán refinado, tanto
teórica, como metodológicamente.
El trabajo no llega, desde luego, a
desentrañar los mecanismos por los que estas técnicas actúan, aunque viene a
señalar la existencia de una serie de factores propios de los pacientes con
asma, por un lado, e intra-individuales, por otro, que deben seguir siendo
explorados para identificar aquellos sujetos en los que intervenciones de estas
características pueden ser más eficaces.
- REFERENCIAS:
“US. National Heart,
Blood, and Lung Institute”, Global
Initiave for Asthma, Publication number 95-3659, National Institutes of
Health, 1995.
Devine, E.C.
“Meta-analysis of the effects of psychoeducational care in adults with asthma”.
Research in Nursing and Health,
(1996), 19, 367-376.
Lehrer, P.M.;
Hochron, S.M.; Mayne, T.; Isenberg, S.; Carlson, V.; Lasoski, A.M. et al.
“Relaxation and music therapies for asthma among patients prestabilized on
asthma medication”. Journal of Behavioral
Medicine, (1994), 17, 1-24.
Sandín, B. y Chorot, P. “Trastornos Psicosomáticos”. En A. Belloch,
B. Sandín y F. Ramos. Manual de Psicopatología.(vol.II). (2000). Madrid:
McGraw-Hill.
Smyth, J.; Litcher,
L.; Hurewitz, A. y Stone, A. “Relaxation training and cortisol secretion in
adult asthmatics”. Journal of Health
Psychology. (2001), 6, 217-227.
Vázquez, M.I. y Buceta, J.M. “Effectiveness of
self-management programmes and relaxation training in the treatment of
bronquial asthma: Relationships with trait anxiety and emotional attack
triggers”, Journal of Psychosomatic
Research, (1993), 37, 71-81.