PREVENCIÓN, TÉCNICAS DE MODIFICACIÓN DE CONDUCTA PARA EL TRATAMIENTO DE LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL (HTA) Y OTROS FACTORES DE RIESGO.
OBJETIVO.
Exponer las técnicas o estrategias
psicológicas que se utilizan en Modificación de Conducta para el control o
prevención e intervención de la Hipertensión Arterial. (HTA), haciendo una
revisión crítica y una propuesta de tratamiento.
INTRODUCCIÓN.
Obviando la parte necesaria del
tratamiento médico, los psicólogos clínicos, en nuestra formación biológica (Fundamentos
Biológicos de la Conducta primero y Psicofisiología, después, incluida en los
últimos planes de estudio, estudiamos –entre otras cosas- que el SNA,
concretamente la rama simpática (información que no es ocioso recordar, nos la
proporciona el modelo bio-médico), puede jugar un papel importante en la
enfermedad cardiovascular, sobre todo en los “factores de riesgo hemodinámicos”.
Una alternativa al desarrollo del
trastorno coronario la constituye la
hipótesis de Obrist (1981), según la cual, en los primeros
momentos del trastorno hipertensivo es la actividad beta-adrenérgica, (mediada
comportamentalmente) la que controla las elevaciones de la presión arterial,
enmascarando la presencia de componentes vasculares por la vasodilatación.
Componentes que sólo con el paso del tiempo se harán evidentes.
La hipótesis inicial de Obrist se documenta en el
trabajo de Julius y Esler (1975), donde se defiende la tesis de que la mayoría
de aberraciones cardiovasculares observadas el la Hipertensión Limítrofe pueden
ser explicadas por un mecanismo neurogénico (excesiva activación beta y
decrementos sinergéticos del tono vagal). Obviamos por tanto, hacer referencia
a todos los trastornos y enfermedades que puede causar en los diferentes
órganos-diana el hecho de mantener en el tiempo una hipertensión limítrofe o de
grado 2.
Para
una información más detallada sobre esta hipótesis y las que posteriormente
surgieron acúdase a Obrist (1981, 1982) y Obrist et al. (1983a, 1983b).
TRATAMIENTO PSICOLÓGICO: (TÉCNICAS).
Nosotros, como psicólogos (clínicos y
de la salud), o modificadores de conducta, debemos pensar –y muy racionalmente-
que la reactividad que se supone en la mayoría de los sujetos es reforzada
tanto social como materialmente; con lo cual, ya entraríamos a considerar
estrategias que intervengan sobre los “factores de riesgo psico-sociales”.
Ya que las condiciones generadoras de la elevación se mantienen o son
potenciadas por el tiempo, con lo cual, o en cuya consecuencia, la presión se
ve elevada con mayor frecuencia. Es decir, una persistencia (por ejemplo) en
comportamientos que impliquen “afrontamiento activo” (estrés: el sujeto se ve desbordado o sin capacidades para hacer
frente a las urgencias del medio; ansiedad:
el paciente tiene un componente cognitivo de temor infundado o desadaptativo
que disminuye su capacidad de obrar y le incapacita; depresión: nuestro paciente no posee o no pone en práctica las
habilidades para solucionar cierto problema o conjunto de problemas, de manera
satisfactoria; etc…), y frecuentes elevaciones en la presión, daría como
resultado un deterioro de los mecanismos de reajuste de las elevaciones en la
salida cardiaca y presión sistólica.
De manera y modo que, por ejemplo, un
Patrón de Conducta tipo-A, donde se esperan: sobrecarga, impaciencia, hostilidad
competitiva por dependencia social y pérdida de control emocional; o muchos
pacientes con trastornos de ansiedad, estrés post-traumático o depresión y, en
definitiva, cualquier patología o condición que implique activación psicofisiológica,
es (o son) buenos candidatos para padecer cualquier evento cardiovascular.
Acto seguido tendríamos que hacer
especial hincapié en si las estrategias que utilizan estos ejemplos mencionados,
son desadaptativas o ajustadas. Como partimos de la base de que están en estado
de “sufrimiento” para paliar éste, por un puro proceso de reforzamiento
negativo de la conducta (alivio del malestar), se incrementa o se hace uso del
alcohol en exceso; se comen grasas y alimentos hipercalóricos; se incrementa el
nº de cigarrillos (si ya se fumaba) y se ingieren otras sustancias estimulantes
como el café u otras ilegales, al mero objeto de rendir más.
Por
un lado se usan apaciguadores y por otro se necesita energía.
Así pues, entraríamos de lleno en los “factores
facilitadores”. Pensamos que cualquier estrategia psicológica que no se
proponga como objetivo incidir –interviniendo adecuada y sistemáticamente-
sobre estos factores, está abocada al fracaso. (Por ello, se pasará más tiempo
en el bar, en vez de estar en una cancha de tenis; el supuesto relax se
convierte en un velado sedentarismo; la ociosidad hace que se fume más, se
duerme mal o peor, etc…).
● Técnicas de control de factores
hemodinámicos.
a): Control
directo: Las técnicas o métodos
directos de control de los factores hemodinámicos se han basado en el uso del
biofeedback para la reducción de la presión en sí misma o para actuar sobre
ella mediante otras actividades relevantes en la regulación de la misma. El
feedback de presión sistólica y diastólica han mostrado ampliamente su eficacia
y validez terpéutica desde hace ya algún tiempo. (Elder, Leftwich y Wilkerson,
1974), (Blanchard,
Young y Haynes, 1975).
b): Control
indirecto: Históricamente, los
métodos indirectos que se han utilizado han sido las técnicas de control de la
activación como la Relajación Progresiva
o Diferencial de Jacobson (1939), el Entrenamiento
Autógeno de Schultz, con instrucciones de autosugestión de calor, pasividad
y total relajación (Klumdies y Eberhardt, 1966) y la relajación hipnótica, (Friedman
y Taub, 1978).
En resumen, aunque nosotros prefiramos utilizar la
primera (“Relajación de Jacobson”),
todas las técnicas comparten un objetivo común, y es el de reducir la
actividad, especialmente de la tensión muscular (tendríamos que matizar los
beneficios psicofisiológicos que ello proporciona) y cobran especial sentido
por sus menores requerimientos instrumentales; su utilización se puede realizar
conjuntamente con otras técnicas y son escasas las referencias de su empleo en
solitario.
● Técnicas de control de factores
psicosociales.
Estas estrategias, pueden abarcar todo
el conjunto de técnicas de modificación de conducta que se utilizan en la
actualidad. Ahora bien, los programas o paquetes de tratamiento sobre el manejo
de la ansiedad y el estrés, son los que más ampliamente se han usado.
Así, el programa terapéutico de Chandra
Patel avalado por una serie importante de trabajos experimentales, (Patel,
1973; Patel, Marmot y Terry, 1981), incluye: información acerca del trastorno
cardiovascular, entrenamiento en relajación autógena y en feedback de actividad
electrodérmica, entrenamiento en solución de problemas e instrucciones para
aplicar todo lo aprendido con el programa. Al que se le podría añadir –pensamos-
y comprobar el peso de ingredientes tales como el entrenamiento en asertividad,
habilidades sociales y/o autocontrol.
En lo que se refiere a los factores
relacionados al patrón de conducta Tipo-A, se elegiría Terapia Cognitiva,
concretamente, la Terapia
Racional-Emotiva de Albert Ellis, ya que específicamente, se ha mostrado
eficaz en el tratamiento de los clientes/pacientes con este conjunto de
patrones de comportamiento disfuncionales, así como en los enfermos coronarios
secundarios a él. (Jenni y Wollersheim, 1979).
● Técnicas de control de factores
facilitadores.
Todas estas intervenciones se deberían
realizar desde la perspectiva del autocontrol,
(Fernández-Abascal, 1998). Proporcionando información adecuada sobre los
efectos de estos facilitadores; ya que por la a-sintomatología de la HTA y los
largos períodos que tardan en hacer efecto estos factores, no siempre es fácil
lograr la adherencia a esta parte del programa terapéutico.
Es decir, las medidas irían enfocadas a
que el paciente pueda “autocontrolar” (previo entrenamiento), la ingesta por
ejemplo de grasas, alcohol, y sodio o, simplemente, modificar su dieta
habitual. Igualmente, habrá de controlar el consumo de tabaco y de cualquier
sustancia –por ejemplo, fármacos- que pueda tener efectos activos sobre el
sistema cardiovascular.
El
último, por ahora, punto importante a tener en cuenta es la cantidad de ejercicio o actividad física
desarrollada; que caso de resultar insuficiente o inadecuada, deberá
modificarse e implementarse con un ejercicio físico que al sujeto no le sea
aversivo.
Insistimos en que las “técnicas de autocontrol” a emplear (dado que la mayor parte de los
factores facilitadores proceden de hábitos alimenticios inadecuados), deberían
ser especialmente entrenadas por un psicólogo experimentado, por ser de crucial
importancia.
NUESTRA PROPUESTA DE TRATAMIENTO.
A tenor de lo expuesto en los epígrafes
anteriores, nosotros consideramos que una buena descripción del tratamiento
para este tipo de paciente debería incluir al menos una técnica del control de
la activación fisiológica (relajación(1),
por ejemplo, prescindiendo así del biofeedback), y técnicas de autocontrol(2) como ingredientes necesarios.
Ahora bien, como no sabemos si son suficientes, utilizaríamos asimismo, o
podríamos incluir en el programa o paquete de tratamiento técnicas de solución
de problemas(3).
Si
el paciente fuese deficitario en habilidades sociales o no las pusiera en
práctica por temor (a hacer el ridículo, por ejemplo), también se le podría
entrenar o exponer, según proceda. Asimismo, la asertividad, bien aislada, bien
como componente del propio entrenamiento en habilidades sociales, como estilo
adecuado de comunicación, debería ser abordada. (Sobre todo a los pacientes que
presentan conducta Tipo A, a los que también se les podría encomendar la
realización de tareas y estrategias de (guías) de utilización del tiempo*).
Al
proponer el paquete o programa de tratamiento en formato grupal, estaríamos
exponiendo per se a todos los
integrantes del grupo o de los grupos, (teniendo en cuenta que algunos de ellos
pueden presentar problemas de interacción social –y a los demás no afectaría), con
lo cual, mediante técnicas de counseling
u otras como el modelado tendríamos
un punto a favor tanto del paciente a tratar, como nuestro, pudiéndose formar
una cohesión grupal que facilitara el proceso terapéutico.
(1): La relajación puede ser
abordada mediante varias técnicas de desactivación psicofisiológica, pero la
más utilizada, en sus procedimientos abreviados, ha sido la relajación progresiva o diferencial de
Jacobson. Alternativamente, se podría entrenar a los sujetos en control de
la respiración, (lo cual en grupo no llevaría más de 15-20 minutos) con tablas
de ciclos de inspiración/retención/expulsión del aire, reduciendo de este modo
también la activación fisiológica.
(2): Las técnicas de autocontrol
son esenciales. Con ellas pretendemos que el paciente entienda primero su
problema y realice después todas aquellas prescripciones higiénico-dietéticas
de su médico, de manera autocontrolada y no, hetero-controlada; que el paciente
sea su propio terapeuta en su proceso de “cura”, incrementando así su
motivación y la adherencia a los tratamientos. (Por ejemplo: Ingesta de
fármacos, ejercicio físico pautado y sistematizado, no ir a comprar sin haber
comido antes –a fin de evitar adquirir alimentos hipercalóricos, abandono de
habitos cardiotóxicos –café, tabaco, alcohol, higiene del sueño, autorregistros
de ingesta y gasto calórico, etc. etc.).
(3): Estrategias de solución de
problemas. Con ellas podemos hacer que nuestro desanimado paciente se
interese y se involucre activa y no pasivamente en la solución de los propios
problemas inherentes a la vida y que encuentre la solución más adecuada o que
al menos, pueda minimizar los perjuicios y maximizar en lo posible las posibles
ganancias.
Se
les da a los sujetos –previamente instruidos- un “manual para el
cliente/paciente” de tres o cuatro hojas, a fin de que sean capaces de
reconocer y clarificar las fases de solución de uno o más problemas. Incluye
una fase de “conceptualización”, otra
de “brain storming” o “tormenta de ideas”
y otra de “planificación y puesta en
práctica” de la solución elegida. Teniendo en cuenta que no será la
perfecta, pero se acercará a ese ideal de perfección.
(*): Las guías de organización del
tiempo son unas dos hojas aproximadamente que se les suele dar como “tarea
para casa” a los pacientes que sufren de ansiedad generalizada (entre otros
trastornos), pero que pueden ser utilizadas en este paquete a fin de que el
sujeto tenga percepción de controlabilidad…; es decir, que no se preocupe más
de lo necesario, en definitiva. Incluyen ejemplos y tipos de actividades como
A. B y C, que, unas deben ser cumplidas sin demora, mientras que otras no son
importantes y se podrían aplazar, sabiendo siempre que más tarde o más temprano
tendrán que ser ejecutadas.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES.
Se observa una gran laguna en la
literatura especializada desde que se empezaron a emplear en trastornos
cardiovasculares las técnicas psicológicas (finales de los años 70 y segunda
mitad de los 90, respectivamente). No sabemos muy bien si esto es debido al
surgimiento de los nuevos fármacos anti-hipertensivos. Pero programas similares
han demostrado su eficacia hasta en un 70% de los casos, (Fernández-Abascal y
Pozo, 1990) y desconocemos si la razón de peso para su no mantenimiento o
utilización en formato grupal, es la limitación en el tipo de recursos (tanto
humanos como materiales), que pueda hacer que su uso quede restringido a
hospitales y grandes centros de salud, y la política que pueda existir al
respecto. Así, a tal fin, se podría
reducir el tiempo de empleo de las técnicas (v.gr. método abreviado de
relajación), y ser parsimonioso en su aplicación a la par que efectivo,
manteniendo una serie de sesiones recordatorias (además de las de seguimiento),
si hiciere falta, pero siempre prescindiendo al máximo de elementos
innecesarios o presumiblemente inocuos.
Del mismo modo, deberíamos pensar
racionalmente que, si este tipo de pacientes se ve beneficiado de nuestro tipo
de intervención, los costes para los hospitales y el Sistema Sanitario a buen
seguro se verían también reducidos (fármacos, días de hospitalización, etc.), aumentará la adherencia a los tratamientos farmacológicos
e higiénico-dietéticos; y si ésta es escasa, al prescindir de algunos
componentes del “paquete” también se verá beneficiada por las mismas razones.
Para concluir, sería conveniente hacer
una amplia metodología que pudiese servir a los efectos de observar cuál de los
“ingredientes” del programa de tratamiento son “activos”, (mediante una
estrategia de desmantelamiento, por ejemplo) y así poder obtener unos niveles
no sólo de eficacia y efectividad, sino de eficiencia,
adecuados.
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