Un caso real...
Laura, 30 años,
soltera, vive con sus padres y un hermano más joven que ella. Trabaja en el
ámbito sanitario. Hace dos años, acudió a instancias de la madre a consulta de
médico de familia, quien la remitió a salud mental por presentar los siguientes
comportamientos desorganizados:
Se embarcaba en
proyectos que le ocasionaban importantes pérdidas económicas, hablaba en
exceso, dormía muy pocas horas y se levantaba de madrugada, gastaba mucho
dinero en comprar regalos y se mostraba extremadamente alegre y sociable,
impaciente e irritable, cuando se le contradecía llegaba a mostrarse
agresiva considerando las situaciones
injustas, en algunos de estos episodios llegaba a perder la noción de la
realidad creyéndose dotada de poderes sobrenaturales, en resumen, actuaba en
esos periodos, “sin sentido común”, su vida se convirtió en un infierno.
Tras los periodos de
episodios maníacos, entraba en fase depresiva, en la que se encontraba cansada,
sin ilusión por nada, apática y desmotivada. El simple hecho de levantarse por
las mañanas lo vivía como un verdadero “calvario”, nada parecía tener sentido en
su vida, descuidaba sus hábitos higiénicos y alimenticios, faltaba muchos días
al trabajo, presentaba molestias físicas, ideas de culpa y ganas de morir.
Laura acude a nuestra
consulta, porque a pesar de estar en tratamiento psicofarmacológico, decía no
encontrarse bien, no entendía por qué siempre debía tomar pastillas, si ella
tenía periodos en los que se encontraba sin síntomas. Presentaba ligera
conciencia de enfermedad, según ella lo que le ocurría es que no había tenido
suerte en la vida. Cuando se “paraba a pensar” entraba en episodios depresivos;
y su vida laboral se encontraba bastante resentida y había perdido todo tipo de
relaciones sociales.
Se llevó a cabo con la
cliente y con su madre una correcta entrevista diagnóstica, en la que se
tuvieron en cuenta los aspectos longitudinales de la enfermedad, no teniendo en
cuenta exclusivamente la entrevista con Laura.
Tras una exhaustiva
evaluación se le explicó a la paciente que presentaba una enfermedad que afecta
a los mecanismos que regulan el estado del ánimo; y que el sujeto que la sufre,
pierde el control frente a este estado y se tienden a describir oscilaciones, ella
no se da cuenta cuando está completamente eufórica, no siendo así cuando se
encuentra en fase depresiva. Se le explica asimismo que esta euforia y esta
depresión son patológicas. Se le aclaro también que el trastorno bipolar es una
enfermedad crónica episódica y recurrente que se debe tratar con medicación y,
si es necesario, con psicoterapia.
Se le explica que el
tratamiento psicológico potenciará el tratamiento farmacológico al maximizar la
adherencia al mismo y favorecer efectos positivos en los aspectos y recursos
psicosociales de afrontamiento de la enfermedad, mejorando por ello su calidad
de vida. Decidimos aplicar a Laura, (conjuntamente con los fármacos), terapia
de corte cognitivo-conductual.
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