Un hecho real...
Ricardo, 35 años,
soltero, en la actualidad desempleado, vive con sus padres. A los 22 años, era
dueño de una empresa de servicios varios, que facturaba grandes cantidades de
dinero, aparentemente su vida discurría dentro de la normalidad. Habituaba
comer y cenar en restaurantes donde “cerraba” negocios con los clientes.
Cierto día que llego a casa después de una
cena de negocios, pensó que alguien había entrado en casa a robar, muy exaltado
y ansioso llamó por teléfono a sus padres gritando: “han entrado a robar”, “la
cerradura de casa está forzada”, “han robado cuadros del salón”. Cuando los
padres llegaron al domicilio, se dieron cuenta de que nada de lo que Ricardo
les había contado era cierto, él, así lo vivía. Usualmente, comentaba a sus
padres que por la calle le siguen, que cuando entra a los restaurantes, nota
como le miran y se ríen de él. Comenzaron a llegarle citaciones judiciales,
unas de clientes descontentos con los trabajos que les había realizado, otras
de sus mismos asalariados, que le reclamaban los honorarios de tres meses. Él,
todo lo negaba, diciendo que no debía ni un duro a nadie. La realidad era bien
distinta, tenía sus cuentas en números rojos y hacía meses que no abonaba el
salario a los 20 trabajadores que tenía contratados.
Se vino abajo, y
confesó que desde hacía aproximadamente un año, venía consumiendo cocaína a
diario y en grandes cantidades, reconoció haber intentado cesar en el consumo
sin haberlo conseguido.
Ingresó en una clínica
privada para desintoxicarse, donde le diagnosticaron psicosis tóxica por
consumo abusivo de cocaína. Permaneció ingresado por un periodo de dos meses,
tiempo en el que lo estuvieron tratando con neurolépticos, tras ser dado de
alta, se le recomendó que siguiera tratamiento por médico de familia que le
correspondiera.
Pasado un año, el
médico le fue retirando de forma paulatina la medicación, hasta su retirada
definitiva. Fue entonces cuando Ricardo pensó que estaba recuperado en su
totalidad, por lo que podría consumir esporádicamente algún gramo de cocaína.
Lo intento y este hecho supuso una recaída y nievo ingreso en la clínica.
En la actualidad,
Ricardo no es consumidor de cocaína, pero sí consume alcohol en exceso, motivo
por el cual acude a nuestra consulta, solicitando tratamiento psicológico, dice
haberlo perdido todo, hasta las ganas de vivir, se siente incapaz por sí mismo
de afrontar el día a día sin consumir ningún tóxico.
Fue tratado con terapia
cognitivo conductual, más concretamente, un programa de refuerzo comunitario.
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