sábado, 25 de mayo de 2013

A PROPÓSITO DE: “SER PADRES, ACTUAR COMO PADRES. UN RETO QUE REQUIERE FORMACIÓN Y TIEMPO”



A propósito de: “Ser padres, actuar como padres. Un reto que requiere formación y tiempo”, de J. Olivares, A. I. Rosa y P. J. Olivares (Ed. Pirámide-Psicología, 2006).

 



Por María Teresa Pérez Marín



Educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas, y no para ser gobernadas por otros.
(Herbert Spencer)

Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres.
(Pitágoras)


Introducción

¿Cuántos de nosotros hemos ido por la calle o, estando en un gran supermercado y en la cola de caja, no hemos visto un espectáculo lamentable a causa de la rabieta y pataleta de un niño al no conseguir sus propósitos (verbigracia, que su madre le compre determinada chuchería) y, quedando un poco perplejos, hemos pensado “este niño es un maleducado”? Siguiendo con el ejemplo ¿quién no ha visto a un niño diciendo un taco (en la misma cola), y cómo su madre le reprende coercitivamente gritándole que “ya llegaremos a casa y te lavaré la lengua con lejía”, diciéndole a su amiga después del apuro el tópico: “un palo a tiempo me hubiese ahorrado trescientos”? En ambos casos asistimos a un modo de aprendizaje operante y/o social, ya que parece que lo que pretendía el niño aludido era simplemente llamar la atención y no hemos sabido manejárnoslas con él; bien porque no le hemos instruido antes, bien porque no hemos sabido lo que hacer en el momento para que la conducta desadaptada no se vuelva a producir. 

De hecho, al condicionamiento que denominamos operante se le llama indistintamente instrumental porqué sirve a algún propósito o de “instrumento” para conseguir algo. 

Tendríamos que haber sabido cuándo prestar esa atención o cuándo retirarla a su debido tiempo. Pero ¿Quién nos lo ha enseñado? Desgraciadamente, ni la Psicología –ni siquiera la Pedagogía-  contiene reglas o nos dice cómo “educar” eficazmente (entre otras cosas, porque cada persona es distinta y cada ambiente o contexto también) pero afortunadamente sí que dispone de Técnicas para instaurar, mantener y/o eliminar comportamientos disfuncionales; es lo que llamamos Modificación de Conducta y, en definitiva, es lo que pretenden transmitirnos los autores del libro reseñado, advirtiéndonos con el subtítulo: “un reto que requiere formación y tiempo”.

   
En otro orden de asuntos, bastante más importante, nos encontramos en el libro con problemas de conducta en niños, tales como el del control de esfínteres, obesidad, asma, abuso de la televisión o drogodependencias, entre otros. Problemas abordables desde la  perspectiva del entrenamiento a padres, involucrando a éstos en el proceso de intervención como agentes de cambio.


Cuerpo del manuscrito

El excelente texto –a mi juicio- que el lector tiene a su disposición consta de cinco capítulos. La materia está bien desglosada y el orden esquemático nos permite adentrarnos con facilidad en cada uno de los temas que en él se tratan. Es de agradecer que cada uno de ellos tenga al final un resumen con los aspectos claves que el lector debe haber retenido como básicos para realizar, si lo desea (otro buen detalle), los ejercicios de autocomprobación diseñados –pienso- con fines didácticos y titulados “¿Cuánto he aprendido?”. Y que será lo que le sirva a sus  propósitos tanto si es padre, madre, o psicólogo.

Así pues, el primer capítulo versa sobre las modificaciones que ha sufrido en el devenir de la historia la institución familiar y los desafíos novedosos a que debe hacer frente; por ejemplo, los medios de comunicación y los conflictos más relevantes y comunes en la vida familiar o los mitos y estereotipos. También se relata ampliamente el factor que más importancia cobra hoy en día en este ámbito de estudio: “el estilo educativo parental”; con numerosos ejemplos en aras de su comprensión e identificación, además de las habilidades de comunicación   adecuadas, diferenciadas de las inadecuadas o contraproducentes. Finaliza el mismo con unas recomendaciones que nos invitan a saber qué hacer para modificarlos si es que son disfuncionales. Todo ello citando como referencia las aportaciones de autores en este campo como Pérez y Cánovas, (1994) o las de Magaz y García, (1998).

El capítulo dos nos introduce de lleno en lo que ha venido siendo tradicionalmente el “entrenamiento a padres”; tanto en contextos pedagógicos, como de intervención o prevención. Se pasa revista a los programas más consolidados, cuáles han sido sus propiedades, peculiaridades o supuestos, y cuáles han sido los factores que han influido en la eficacia de los mismos. Asimismo se cita la problemática de la que tratan, sus objetivos –tanto generales como específicos-, el procedimiento utilizado, el papel del terapeuta y los beneficios del entrenamiento; tanto en la actualidad como en el pasado, así como el rol que juegan los padres como agentes del cambio de algunos comportamientos de sus hijos.

Con el bagaje ya adquirido, el bloque temático tercero nos enseña cómo diseñar y elaborar un programa de entrenamiento a padres, con consideraciones tanto de carácter general (variables parentales o del problema en cuestión), como específicas (modelos circunscritos de   actuación previos a la puesta en marcha del programa), para poder implementarlo posteriormente con éxito. Todo ello con un esquema que va dirigiéndonos paso a paso en el quehacer concreto, con numerosos ejemplos que facilitan adecuadamente su comprensión. Se plantean también los autores cuáles son los problemas y limitaciones más frecuentes en la confección del programa y el porqué del fracaso de algunos de ellos. Un sub-epígrafe nos indica asimismo los aspectos éticos y legales del entrenamiento. Se resumen de este modo también las técnicas o estrategias de dinámica grupal para que el terapeuta las tenga en cuenta a la hora de trabajar con los padres.

De especial relevancia resulta la “medida de la eficacia del entrenamiento” proporcionado, aspecto que se trata en el capítulo cuatro. En él se muestra el procedimiento o metodología que se debe seguir para la evaluación del programa: población, unidad de análisis o sujeto,  hipótesis, diseño, plan de análisis, instrumentos de recogida de información tales como la entrevista, observación y auto-registros, entre otros y el análisis final de los datos. Es decir, el “proceso” de evaluación propiamente dicho, ya que ésta es un proceso en sí en el que se  deben realizar medidas continuadas. En palabras de los autores: “…Es poco probable que podamos llevar a cabo un buen entrenamiento si no realizamos una evaluación adecuada y un diseño bien planificado que nos permita controlar las variables extrañas y facilite analizar si los  cambios producidos, tanto en los padres como en sus hijos, son debidos a nuestra intervención” (Olivares, Rosa y Olivares, 2006) (p. 181).

Por último, el capítulo cinco titulado “El conocimiento y dominio de las técnicas para ejercer eficazmente como padres”, nos adentra en el interesante campo de las estrategias o técnicas de modificación de conducta dentro de la temática que nos ocupa. Así, se nos describen con detalle los principios básicos del condicionamiento operante o del aprendizaje social (a partir de las aportaciones en este sentido de Bandura, 1965), sus programas de reforzamiento (razón e intervalo fijo, variable, etc.); de manera y modo que podamos saber cómo incrementar la   probabilidad de que un comportamiento no deseado se elimine o atenúe, o que conozcamos los medios para instaurar conductas nuevas en el repertorio y su mantenimiento en el tiempo. Para cada ejemplo de intervención se han utilizado estudios tomados de “paquetes” o   programas de entrenamiento a padres, bien investigados y de probada utilidad. Para terminer, se centra en los sistemas de reorganización de contingencias, como son los contratos conductuales o el sistema de economía de fichas, tan útiles para estos tipos de población.

No sería correcto acabar este epígrafe sin hacer mención a todas las herramientas de utilidad en forma de “anexos” que han incluido los autores del libro en el apéndice y que son de agradecer. De este modo, al interesado en la materia se le expone, por ejemplo, un extracto de los artículos de la Convención sobre los Derechos del Niño de 20 de noviembre de 1989; seguidamente, “Guías” para la orientación y detección de problemas de conducta que resulten clínicamente relevantes, “escalas de evaluación” comunes en el ámbito infantil, que intentan valorar conductas como la de comer o dormir (y que muchas veces llevan problemas aparejados), “registros de observación” para los padres, “cuestionarios” sobre determinados aspectos de la pareja, “ejemplos de contratos conductuales” para padres, niños y/o adolescentes y un abanico muy amplio de “habilidades de comunicación”, no sólo entre padres e hijos, sino también entre los propios padres. Un corolario al excelente manuscrito. 

 
A modo de conclusión

No hace mucho que un doctorando en Medicina comentaba que, a lo que los médicos se les enseña en la actualidad (a diferencia del aprendizaje por ensayo y error de Thorndike), era que lo que debía practicar un buen profesional es la “Medicina Basada en la Evidencia”. 

Ante la incomprensión de sus palabras, terminó aclarando que ésta consistía en elegir los mejores tratamientos para los pacientes “basándose” en las “evidencias” de estudios solventes y prestigiosos que la “comunidad científica” ponía a disposición de todos los médicos. Es decir, antaño los médicos no estaban completamente convencidos de sus procedimientos terapéuticos, (inyectaban –ensayando- extractos de hígado muerto para salvar hígados enfermos, realizaban prácticas con fármacos sin saber con unos mínimos de seguridad, si iban a funcionar, etc.) y por este mismo hecho, muchas veces “erraban”. Pues bien, podría afirmarse que el libro “Ser padres, actuar como padres” es “Psicología Basada en la Evidencia”. La línea de investigación seguida, con su minuciosa revisión bibliográfica, los estudios referenciados (y realizados), y la experiencia, en definitiva, de los “padres” de este libro, así lo avalan.  

Cabe aducir en este sentido, la credibilidad y solvencia intelectual de los autores. José Olivares cuenta ya con una experiencia dilatada sobre estos y otros muchos temas (como el de la docencia universitaria en Modificación de Conducta o la Fobia Social, entre otros), al igual  que la profesora Ana Isabel Rosa, ambos en la Facultad de Psicología de la Universidad de Murcia; el más joven, Pablo Olivares denota un afán de cultura -mezclada con la inherente curiosidad- por los aspectos más variados de la “vida” (de hecho es biólogo), y muestra de ello es su trabajo como educador en un módulo de entrenamiento a padres en cuanto a los trastornos alimentarios que puedan padecer sus hijos/as (prevención). Justamente por lo mencionado y por otras cosas más, libros como el que se acaba de reseñar merecen ser leídos con detenimiento.


Referencias

Bandura, A. (1965). Influence of models reinforcement contingencies on the acquisition of imitative responses. Journal of Personality and Social Psychology, 1, 589-595.  

Magaz, A. y García, E. (1998). Perfil de estilos educativos. Madrid: Grupo Albor-COHS. 

Olivares, J., Rosa, A. y Olivares, P. (2006). Ser padres, actuar como padres. Madrid: Psicología-Pirámide.

Pérez, P. y Cánovas, C. (1994). Valores y estilos familiares de educación. En Fundación Santa María (Ed.), Valores y pautas de crianza familiar. El niño de 0 a 6 años. Estudio interdisciplinar (pp. 113-158). Madrid: S.M.


Agradecimientos. Deseo mostrar mi gratitud al psicólogo Fco. Javier López González y al Equipo de Redacción de Anales de Psicología por la revisión de esta reseña y sus útiles observaciones.

1 comentario:

Sonia dijo...

Parece una lectura más encaminada a profesionales, más que a padres, al menos es lo que me ha transmitido la reseña que he leído. Aunque se base en estudios reales, pero parece un manual para psicólogos y/o orientadores. Un saludo!!

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