A propósito de: “Ser padres, actuar como padres. Un reto que requiere formación y tiempo”, de J. Olivares, A. I. Rosa y P. J. Olivares (Ed. Pirámide-Psicología, 2006).
Por María Teresa Pérez Marín
Educar es formar personas aptas para gobernarse a sí
mismas, y no para ser gobernadas por otros.
(Herbert Spencer)
Educad a los niños y no será necesario castigar a los
hombres.
(Pitágoras)
Introducción
¿Cuántos de nosotros
hemos ido por la calle o, estando en un gran supermercado y en la cola de caja,
no hemos visto un espectáculo lamentable a causa de la rabieta y pataleta de un
niño al no conseguir sus propósitos (verbigracia, que su madre le compre
determinada chuchería) y, quedando un poco perplejos, hemos pensado “este niño
es un maleducado”? Siguiendo con el ejemplo ¿quién no ha visto a un niño
diciendo un taco (en la misma cola), y cómo su madre le reprende
coercitivamente gritándole que “ya llegaremos a casa y te lavaré la lengua con lejía”,
diciéndole a su amiga después del apuro el tópico: “un palo a tiempo me hubiese
ahorrado trescientos”? En ambos casos asistimos a un modo de aprendizaje
operante y/o social, ya que parece que lo que pretendía el niño aludido era
simplemente llamar la atención y no hemos sabido manejárnoslas con él; bien
porque no le hemos instruido antes, bien porque no hemos sabido lo que hacer en
el momento para que la conducta desadaptada no se vuelva a producir.
De hecho, al
condicionamiento que denominamos operante se le llama indistintamente instrumental
porqué sirve a algún propósito o de “instrumento” para conseguir algo.
Tendríamos que haber
sabido cuándo prestar esa atención o cuándo retirarla a su debido tiempo. Pero ¿Quién
nos lo ha enseñado? Desgraciadamente, ni la Psicología –ni siquiera la
Pedagogía- contiene reglas o nos dice
cómo “educar” eficazmente (entre otras cosas, porque cada persona es distinta y
cada ambiente o contexto también) pero afortunadamente sí que dispone de
Técnicas para instaurar, mantener y/o eliminar comportamientos disfuncionales;
es lo que llamamos Modificación de Conducta y, en definitiva, es lo que
pretenden transmitirnos los autores del libro reseñado, advirtiéndonos con el subtítulo:
“un reto que requiere formación y tiempo”.
En otro orden de
asuntos, bastante más importante, nos encontramos en el libro con problemas de
conducta en niños, tales como el del control de esfínteres, obesidad, asma,
abuso de la televisión o drogodependencias, entre otros. Problemas abordables
desde la perspectiva del entrenamiento a
padres, involucrando a éstos en el proceso de intervención como agentes de
cambio.
Cuerpo
del manuscrito
El excelente texto –a
mi juicio- que el lector tiene a su disposición consta de cinco capítulos. La
materia está bien desglosada y el orden esquemático nos permite adentrarnos con
facilidad en cada uno de los temas que en él se tratan. Es de agradecer que
cada uno de ellos tenga al final un resumen con los aspectos claves que el
lector debe haber retenido como básicos para realizar, si lo desea (otro buen
detalle), los ejercicios de autocomprobación diseñados –pienso- con fines
didácticos y titulados “¿Cuánto he aprendido?”. Y que será lo que le sirva a
sus propósitos tanto si es padre, madre,
o psicólogo.
Así pues, el primer
capítulo versa sobre las modificaciones que ha sufrido en el devenir de la historia
la institución familiar y los desafíos novedosos a que debe hacer frente; por
ejemplo, los medios de comunicación y los conflictos más relevantes y comunes
en la vida familiar o los mitos y estereotipos. También se relata ampliamente
el factor que más importancia cobra hoy en día en este ámbito de estudio: “el estilo
educativo parental”; con numerosos ejemplos en aras de su comprensión e
identificación, además de las habilidades de comunicación adecuadas, diferenciadas de las inadecuadas
o contraproducentes. Finaliza el mismo con unas recomendaciones que nos invitan
a saber qué hacer para modificarlos si es que son disfuncionales. Todo ello
citando como referencia las aportaciones de autores en este campo como Pérez y
Cánovas, (1994) o las de Magaz y García, (1998).
El capítulo dos nos
introduce de lleno en lo que ha venido siendo tradicionalmente el
“entrenamiento a padres”; tanto en contextos pedagógicos, como de intervención
o prevención. Se pasa revista a los programas más consolidados, cuáles han sido
sus propiedades, peculiaridades o supuestos, y cuáles han sido los factores que
han influido en la eficacia de los mismos. Asimismo se cita la problemática de la
que tratan, sus objetivos –tanto generales como específicos-, el procedimiento
utilizado, el papel del terapeuta y los beneficios del entrenamiento; tanto en
la actualidad como en el pasado, así como el rol que juegan los padres como
agentes del cambio de algunos comportamientos de sus hijos.
Con el bagaje ya
adquirido, el bloque temático tercero nos enseña cómo diseñar y elaborar un
programa de entrenamiento a padres, con consideraciones tanto de carácter
general (variables parentales o del problema en cuestión), como específicas
(modelos circunscritos de actuación
previos a la puesta en marcha del programa), para poder implementarlo
posteriormente con éxito. Todo ello con un esquema que va dirigiéndonos paso a
paso en el quehacer concreto, con numerosos ejemplos que facilitan adecuadamente
su comprensión. Se plantean también los autores cuáles son los problemas y
limitaciones más frecuentes en la confección del programa y el porqué del
fracaso de algunos de ellos. Un sub-epígrafe nos indica asimismo los aspectos
éticos y legales del entrenamiento. Se resumen de este modo también las técnicas
o estrategias de dinámica grupal para que el terapeuta las tenga en cuenta a la
hora de trabajar con los padres.
De especial relevancia
resulta la “medida de la eficacia del entrenamiento” proporcionado, aspecto que
se trata en el capítulo cuatro. En él se muestra el procedimiento o metodología
que se debe seguir para la evaluación del programa: población, unidad de
análisis o sujeto, hipótesis, diseño,
plan de análisis, instrumentos de recogida de información tales como la
entrevista, observación y auto-registros, entre otros y el análisis final de
los datos. Es decir, el “proceso” de evaluación propiamente dicho, ya que ésta
es un proceso en sí en el que se deben
realizar medidas continuadas. En palabras de los autores: “…Es poco probable
que podamos llevar a cabo un buen entrenamiento si no realizamos una evaluación
adecuada y un diseño bien planificado que nos permita controlar las variables
extrañas y facilite analizar si los cambios
producidos, tanto en los padres como en sus hijos, son debidos a nuestra intervención”
(Olivares, Rosa y Olivares, 2006) (p. 181).
Por último, el capítulo
cinco titulado “El conocimiento y dominio de las técnicas para ejercer
eficazmente como padres”, nos adentra en el interesante campo de las
estrategias o técnicas de modificación de conducta dentro de la temática que
nos ocupa. Así, se nos describen con detalle los principios básicos del
condicionamiento operante o del aprendizaje social (a partir de las
aportaciones en este sentido de Bandura, 1965), sus programas de reforzamiento
(razón e intervalo fijo, variable, etc.); de manera y modo que podamos saber
cómo incrementar la probabilidad de que
un comportamiento no deseado se elimine o atenúe, o que conozcamos los medios
para instaurar conductas nuevas en el repertorio y su mantenimiento en el
tiempo. Para cada ejemplo de intervención se han utilizado estudios tomados de
“paquetes” o programas de entrenamiento
a padres, bien investigados y de probada utilidad. Para terminer, se centra en
los sistemas de reorganización de contingencias, como son los contratos conductuales
o el sistema de economía de fichas, tan útiles para estos tipos de población.
No sería correcto
acabar este epígrafe sin hacer mención a todas las herramientas de utilidad en
forma de “anexos” que han incluido los autores del libro en el apéndice y que
son de agradecer. De este modo, al interesado en la materia se le expone, por
ejemplo, un extracto de los artículos de la Convención sobre los Derechos del
Niño de 20 de noviembre de 1989; seguidamente, “Guías” para la orientación y
detección de problemas de conducta que resulten clínicamente relevantes,
“escalas de evaluación” comunes en el ámbito infantil, que intentan valorar conductas
como la de comer o dormir (y que muchas veces llevan problemas aparejados),
“registros de observación” para los padres, “cuestionarios” sobre determinados
aspectos de la pareja, “ejemplos de contratos conductuales” para padres, niños
y/o adolescentes y un abanico muy amplio de “habilidades de comunicación”, no
sólo entre padres e hijos, sino también entre los propios padres. Un corolario
al excelente manuscrito.
A
modo de conclusión
No hace mucho que un
doctorando en Medicina comentaba que, a lo que los médicos se les enseña en la actualidad
(a diferencia del aprendizaje por ensayo y error de Thorndike), era que lo que
debía practicar un buen profesional es la “Medicina Basada en la Evidencia”.
Ante la incomprensión
de sus palabras, terminó aclarando que ésta consistía en elegir los mejores
tratamientos para los pacientes “basándose” en las “evidencias” de estudios
solventes y prestigiosos que la “comunidad científica” ponía a disposición de
todos los médicos. Es decir, antaño los médicos no estaban completamente convencidos
de sus procedimientos terapéuticos, (inyectaban –ensayando- extractos de hígado
muerto para salvar hígados enfermos, realizaban prácticas con fármacos sin saber
con unos mínimos de seguridad, si iban a funcionar, etc.) y por este mismo
hecho, muchas veces “erraban”. Pues bien, podría afirmarse que el libro “Ser
padres, actuar como padres” es “Psicología Basada en la Evidencia”. La línea de
investigación seguida, con su minuciosa revisión bibliográfica, los estudios referenciados
(y realizados), y la experiencia, en definitiva, de los “padres” de este libro,
así lo avalan.
Cabe aducir en este
sentido, la credibilidad y solvencia intelectual de los autores. José Olivares
cuenta ya con una experiencia dilatada sobre estos y otros muchos temas (como
el de la docencia universitaria en Modificación de Conducta o la Fobia Social,
entre otros), al igual que la profesora
Ana Isabel Rosa, ambos en la Facultad de Psicología de la Universidad de
Murcia; el más joven, Pablo Olivares denota un afán de cultura -mezclada con la
inherente curiosidad- por los aspectos más variados de la “vida” (de hecho es
biólogo), y muestra de ello es su trabajo como educador en un módulo de
entrenamiento a padres en cuanto a los trastornos alimentarios que puedan
padecer sus hijos/as (prevención). Justamente por lo mencionado y por otras
cosas más, libros como el que se acaba de reseñar merecen ser leídos con detenimiento.
Referencias
Bandura, A. (1965). Influence of models reinforcement
contingencies on the acquisition of imitative responses. Journal of Personality
and Social Psychology, 1, 589-595.
Magaz, A. y García, E. (1998). Perfil
de estilos educativos. Madrid: Grupo Albor-COHS.
Olivares, J., Rosa, A.
y Olivares, P. (2006). Ser padres, actuar como padres. Madrid:
Psicología-Pirámide.
Pérez, P. y Cánovas, C.
(1994). Valores y estilos familiares de educación. En Fundación Santa María
(Ed.), Valores y pautas de crianza familiar. El niño de 0 a 6 años. Estudio
interdisciplinar (pp. 113-158). Madrid: S.M.
Agradecimientos.
Deseo
mostrar mi gratitud al psicólogo Fco. Javier López González y al Equipo de
Redacción de Anales de Psicología por la revisión de esta reseña y sus útiles
observaciones.
1 comentario:
Parece una lectura más encaminada a profesionales, más que a padres, al menos es lo que me ha transmitido la reseña que he leído. Aunque se base en estudios reales, pero parece un manual para psicólogos y/o orientadores. Un saludo!!
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