Un caso real...
Nacho tiene 7 años.
Acude a consulta acompañado por su
madre. Comenzó el curso escolar hace cuatro meses, cada mañana se
levanta con náuseas y dolor abdominal. Al llevarlo su madre al colegio, en la
puerta del mismo, vomita el desayuno, hecho que se repite a diario, por lo que
el niño se niega a ir a clase por miedo a vomitar y que su madre no esté cerca de él. Pasa la mañana
pidiendo a su profesora que la llame por
si se pone malo y no está a su lado. En varias ocasiones, la han llamado y
cuando su madre lo recoge y llegan a
casa, tales síntomas le desaparecen, hecho que le supone un trastorno a la
madre que tiene que salir de su trabajo en un hospital.
El niño tras ser visto
por el pediatra, no presenta otro problema de conducta, ni patología somática
digestiva.
Su rendimiento
académico ha disminuido durante el último año, ya que Nacho no tiene ganas de
hacer sus tareas escolares, no juega con sus compañeros en el recreo por miedo
a enfermar y no esté su mamá con él.
Por las noches, le
cuesta conciliar el sueño, se muestra ansioso y pregunta insistentemente: “ ¿Y
si mañana vomito?”, “¿Y si me pongo malito y no puedes venir?, cuando la madre
le contesta que si eso ocurre, ella enseguida irá a recogerlo, Nacho se tranquiliza
y se duerme. Tiene pesadillas, se despierta llorando y con mucha ansiedad, su madre pasa el resto de la noche con él en
su cama, hecho que tranquiliza al niño.
En consulta, se le
pregunta a la madre desde cuando se vienen sucediendo estos hechos, ella
refiere que desde que Nacho tenía unos dos años. A Nacho lo cuida su abuela
materna varios días a la semana, ya que el padre viaja mucho por su profesión y
la madre tiene guardias de noche en el hospital con relativa frecuencia. Ya
desde pequeño, la abuela le comentaba a la madre, que cuando ella no estaba, el
niño por las noches estaba triste, ansioso y le costaba dormirse, a medida que
crecía, los síntomas se iban acentuando, cuando sabía que su madre se marchaba
al trabajo comenzaba a preguntar y a anticipar que esa noche se pondría
enfermo, como de hecho ocurría (dolor abdominal, náuseas, mareos, temblores,
llanto y fiebre), por lo que la madre tuvo que ir renunciando a hacer guardias,
para pasar más tiempo con Nacho.
Ella dice no poder
seguir con ese ritmo de vida, también presenta ansiedad cada vez que tiene
guardia, al preguntarle si su marido es colaborador, nos dice que él pasa mucho
tiempo fuera de casa, y que piensa que lo que le ocurre a Nacho es normal, que
se le presta demasiada atención y que está muy consentido.
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