viernes, 21 de junio de 2013

¿SABEMOS EN REALIDAD QUÉ FUMAN NUESTROS HIJOS?



Francisco Javier López González
Psicólogo especialidad clínica - COL: CV 08702


El mayor favor que se puede hacer a cualquier país es añadir una planta útil a su cultura.
(THOMAS JEFFERSON, Notas sobre Virginia)


Consideraciones previas.

  
 Las consideraciones previas son; a saber, si nuestros hijos o nietos fuman (por haschish), lo que creen, o se envenenan sin saberlo; ya que en una reciente “memoria”, la Ministra de Sanidad a la sazón se aventuró a decir que alrededor del 95% de jóvenes entre los 15 y 25 años fuman compulsivamente la bazofia que se vende en España por tal droga o fármaco a precios desorbitantes; creando (a mi juicio) una fuente de lucro cesante que en otros países no se observa: caso de Holanda, Estados Unidos y Suiza por poner tres ejemplos.

    Me gustaría asimismo dejar claro que mi postura ante el tema de que se consuma tal o cual droga –sea ésta legal o ilegal- tiene dos componentes al menos esenciales al ser psicólogo clínico: la primera es que hubo un tiempo en el que pensé que todas las drogas (y sobre todo el cáñamo), deberían estar dónde siempre estuvieron, en la farmacia, botica o herbolario. Y que como dije en otro lugar (1), con “conocimiento, autoestima o amor propio e ilustración farmacológica”, (que no es decir poco) cualquiera podía hacer un uso racional de ellas. 

Después pasé a pensar todo lo contrario; es decir, que debían seguir siendo prohibidas. Y así las cosas, con la ecuanimidad que proporciona la distancia crítica, mi deber de conciencia, me impide inclinarme hacia un lado u otro de la balanza. Quizá por lo que ya decía Aristóteles de que la virtud está en el punto medio, que en mi caso se podría denominar mera abstención, si es que se fuera a votar a favor o en contra. Pero no por ello, y como estudioso de la psicofarmacología voy a dejar de ser imparcial y poder opinar al respecto.

Considero que no hay drogas buenas o malas, (o drogas blandas y drogas duras) los maniqueísmos no nos valen y mucho menos para estos temas, sólo hay dosis -como decía Paracelso, contextos y usos más o menos sensatos. Del conocimiento de las dosis de una droga, depende que sirva a efectos eutanásicos por ejemplo, o como un instrumento de salvar vidas humanas o aliviar sus sufrimientos (y no sólo para las ilegales). Ahora bien este conocimiento es incompatible con el estado de adulteración que llevan aparejadas, y que es lo que mata o hace enfermar en contraposición.

Así pues, espero que el lector no avezado en estos temas –aparte de la vasta información con la que se pueda encontrar tanto en “la red”, como en la literatura especializada- posea más elementos de juicio a la hora de valorar la situación (si es que es fumador que no se autoabastece), o si es madre, padre o abuelo/a y sabe que alguno de sus vástagos consume “hash” con la creencia de que es blando, bueno o, al menos no tan nocivo como una inocente cerveza o un par de combinados.


Breve historia del cáñamo.

    Las primeras noticias escritas que tenemos sobre los efectos terapéuticos del uso de los derivados del cáñamo (haschish y marihuana), nos vienen de la farmacopea china del “Pen Ts’ao” de Shen Nung, un emperador mandarín que escribió el tratado allá por el año 3727 a.d.C. En él se hacen referencias tales como sus usos en alivio de dolores de parto, y también para aliviar –regulando- los dolores menstruales. (2).

Más tarde supimos que a estos beneficios se les unirían los efectos antiespasmódicos, antiasmáticos, antidepresivos, reductores o supresores de vómitos, inapetencia, algunas enfermedades de los ojos, (de hecho sigue siendo uno de los mejores remedios contra el glaucoma), expectorante y así, un largo etc.

A finales del siglo XIX algunos psiquiatras añadieron al elenco el tratamiento de elección para mujeres con histeria y lo que hoy llamamos trastorno bipolar (anteriormente psicosis maníaco depresiva). Para las primeras, aduciendo las moderadas -pero indudables- virtudes venéreas del fármaco; y en los segundos debido a que su gran capacidad para la introspección, evitaba  o al menos aminoraba- los brotes de entusiasmo delirantes o manía.

    Después de más de un siglo, (desde el Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas de Viena de 1971) sólo algunos miembros del estamento terapéutico siguen sin defender estos usos aduciendo que no existe “uso médico reconocido”, impidiendo que otros que sí lo consideran recurran a haschish, marihuana y láudanos de cáñamo, como venían haciendo hasta entonces.

    Hoy sabemos que en la liberal Holanda, no sólo se vende y se consume en los coofee-shops, sino que se receta por médicos y evidentemente, se vende también en casi todas las oficinas de farmacia. Y que en las últimas investigaciones realizadas en ese país nos indican que además, de las dolencias mencionadas, es inmejorable como anti-vomitivo en pacientes cancerosos y en todas las edades. Me refiero por ejemplo a una leucemia infantil u otros tipos de neoplasias que precisen de quimio o radioterapia.


Pero…, ¿qué es o qué se compra en la calle por haschish?

     El mayor productor de “hierba” es Estados Unidos donde proliferan los llamados ciber jardines. El cultivador que abastece en ese país sólo tiene que ir a su lugar de cultivo -sea de interior o exterior en invernaderos- a sembrar y cosechar, ahorrándose así muchos problemas legales allí donde los haya. Desde cientos o miles de kilómetros controla luz, agua y nutrientes, humedad, plagas, etc., normalmente con cultivo hidropónico, por medio de programas informáticos que incluyen un virus que en caso de alerta destruye toda la información. El haschish lo importan de Afganistán y otros países del sureste asiático, garantizando una calidad más que aceptable y por ende una salud mejor que la de los fumadores europeos, porlas razones que expongo a continuación.

    Siguiendo el procedimiento afgano o pakistaní, el haschish allí se obtiene restregándose por entre las plantas ya maduras, lo que queda adherido a prendas de cuero con las que visten a tal efecto, es una sustancia resinosa (secreciones de THC), que luego rasparán con espátulas u otros instrumentales obteniendo así el producto que, a costa de desperdiciar mucho, la calidad es inmejorable con un suave efecto al paladar y garganta, unas 40 veces más potente que el marroquí y muy aromático. Cosa similar realizan en el vecino Pakistán donde con guantes de cuero (de nuevo), van pasando sus manos por las flores de la hembra de cáñamo, que luego recogerán de igual modo que en Afganistán. De hecho por poner un ejemplo, en Bombay, la ciudad más sibarita de toda la India, lo compran y fuman de su vecino Cachemira con el que tantos conflictos territoriales tienen, pudiéndolo comprar de su mismo país o zonas como Nepal que fue paraíso de hippies a finales de los años 60, y no sólo por su “material”. 
 
    Pero sucede que, en lo que a nosotros nos atañe, el gran abastecedor europeo era y sigue siendo Marruecos, que viene desde hace décadas surtiendo de haschish a los jóvenes y no tan jóvenes de la península ibérica, sirviendo ésta por otro lado, de ruta por la cual entra en los demás países miembros –tan generoso después en cuestiones bilaterales- a excepción de algunos. Los suelos de la ya muy castigada Ketama cada vez son más pobres en abonos por una inercia y prisa crónica por cultivar y rentabilizar la solanácea.

    Además si unimos a ello que la demanda europea obviamente excede –y con mucho- a los campos de cultivo rifeños, algo tendrán que hacer para multiplicar la cosecha y sacarle el máximo rendimiento. Evidentemente, “cortar” la droga sobre la base de que, partiendo de un producto inferior en THC al asiático aparte de por el déficit de nutrientes mencionado (y que se encuentran en los substratos), unimos a que el proceso de recolección y manufactura es pésimo. Es decir, la planta hembra del cáñamo, se debe secar colgada de las raíces (boca abajo), en lugares oscuros, bien ventilados y con una humedad razonable. El cosechador no dispone de todos estos elementos, lo único que tiene es premura por dar salida a su paupérrimo producto, dejando secar las plantas al sol y amontonándolas unas sobre otras haciendo que el escaso THC se descomponga en otros canabinoles como el CBD que causa amodorramiento y sopor en lugar de introspección o vulgarmente, “viaje psíquico”.

    El colmo de los despropósitos acontece cuando se analizan -mediante sentencias condenatorias- no sólo los porcentajes de THC, (2.2% en la sentencia 1.125 de 2 de noviembre de 1995, del Tribunal Supremo), -cuando estando en las farmacias y herbolarios/droguerías a primeros de siglo ese porcentaje no bajaba del 15%- sino lo que lleva inextricablemente unido. Como obedece a criterios de rentabilidad, por supuesto, se debe aumentar el peso de lo que llaman haschish con polvo de henna y estiércol de burro (tan abundante en los márgenes septentrionales del país, lo cual sugiere a algunos autores (3) y a cualquiera que piense un momento, que la adulteración se realiza en el origen), o paja molida. Como la cantidad de resina es tan ínfima como para que se aglomere la masa, lo mezclan asimismo con agentes como clara de huevo, goma arábiga y/o leche condensada; confiriéndole así el aspecto deseado con formas astutas de reiterados prensados.
 
    Que un servidor sepa –salvo error- los ministerios de sanidad de los gobiernos europeos no han realizado ningún estudio sobre la suerte que correrán los pulmones y otras vísceras de los usuarios al fumar defecaciones de animales, y toda la gama de aditivos que nada tienen que ver con lo que es la sustancia pura en sí; pero cabe pensar que si no a corto plazo, a medio o largo, serán devastadores. A mi juicio se debería condenar a estos irresponsables delincuentes, no sólo como envenedadores, sino como criminales de lesa humanidad, (ya que el argumento de que “no compre o fume usted”, no parece de mucho peso sociológico), ya que eso sí que es en puridad un delito (y gravísimo) contra la salud pública. Ya que rara será la ciudad donde no se encuentren 100 o 200 puntos de venta de “basura” más o menos fijos o ambulantes.


Inconvenientes del uso y abuso del cáñamo.

    Evidentemente, no todo son virtudes en el uso de los derivados de la cannabis. Son muy sorprendentes y muy interesantes los relatos de Ernst Jünger en sus “Annerüngen” (“Acercamientos, drogas y ebriedad”; 1977), donde cuenta sus experiencias con todo tipo de drogas que en el caso de la cocaína rozó lo temerario –ya que ingirió la primera vez una dosis casi cien veces superior a la recomendada por Freud en aquellas fechas, y al decir que se debía acudir a ellas con mucho respeto y, sin embargo en el caso del inocente haschish, dijese que con éste, “se extremase al máximo la precaución”. (4).

Hijo de un boticario alemán encontró una noche en una especie de desván del hotel donde iba a pernoctar, muchos frascos de farmacia; en uno de ellos ponía explícitamente “Extr. Cannabis”.

Logró extraer con el mango de su cepillo de dientes una sustancia ambarina/verdosa del tamaño de una avellana aproximadamente, ignorando al pensar que debía llevar allí mucho tiempo que no sería apenas psicoactiva. Más tarde le vendría a la mente otro fruto seco: “la castaña” con que se topó, que hubo de despertar al médico del pueblo de urgencia, al resto de huéspedes, al recepcionista, etc., cuando –a la hora después- empezó a beber agua abundantemente al objeto de vomitar (sin efecto, ya que el fármaco había entrado en el torrente sanguíneo), diciendo que “no le podía vencer ni la angustia ni la locura”, cuando con el pijama desabotonado corría despavorido escaleras arriba y abajo tropezando con maletas, personas, entrando en habitaciones ajenas, etc.; en  definitiva, perdió el control. Cosa que no le había sucedido ni con peyote, cocaína, opio, éter y otras sustancias psicoactivas similares.    

       Tras la anamnesis de rigor preguntando si había ingerido algún alimento en mal estado o medicina, le sirvió de chivo expiatorio que desviara la culpa, a unas “carpas a la polonesa” –así se llama el capítulo que referencio- que había almorzado junto a su madre en Leipzig, esto fue lo que adujo también su madre y al recordarlo, no logró contener una gran carcajada que alertó al médico de lo que podría ocurrir (ya que empezaba a pasar de un estado de excitación a otro de sopor o sueño profundo). El doctor pidió que se sirviera café bien cargado, sacó de su maletín un sobre con unos polvos marrones (moka) y, haciendo la mezcla se la hizo beber. A los pocos minutos estaba recuperado, incluso antes de acabar la taza ya empezó a sentirse mejor.
Hoy en día sabemos por ello, que un buen antídoto para intoxicaciones graves de haschish, es la moka con café para inducir el despertar y/o recuperar las funciones normales al organismo.

    Experimentos concienzudos se hicieron de hecho con animales. En concreto unos investigadores en una ocasión tratando de encontrar la dosis letal, inyectaron en la yugular de un perro 57 gramos de extracto de, o aceite de haschish egipcio muy puro. Esperando encontrárselo muerto, el can estuvo durmiendo durante 72 horas sin notar ningún otro efecto indeseable añadido. Tal vez los animales metabolicen el haschish de forma diferente a los humanos, como acontece con otras numerosas moléculas en veterinaria en relación a la Medicina. Sabido es por ejemplo, el amplio margen de dosis de corticoides que puede soportar un felino sin sufrir daños que le pasarían graves facturas al humano, mientras que si le damos dosis equivalentes a su peso de paracetamol, siguiendo con el ejemplo, lo mataríamos.

 A pesar de que fumado, la toxicidad del cáñamo es despreciable ya que ni fumando al ritmo del libro Guinnes de los Récords, podrian nuestros pulmones asimilar una dosis como la que ingirió Jünger; los rastas jamaicanos, que fuman grandes cigarros de marihuana sola y de gran pureza, sufren los mismos riesgos de bronquitis y cáncer de pulmón, que un fumador de tabaco (5). Aparte de que al fumar desde la mañana a la noche se promueve una insensibilidad a la droga (tolerancia), que hace que a partir del segundo “porro” los siguientes no hagan efecto apenas, en un sinsentido ritualista de “fumada” colectiva o no; ya que dicha tolerancia en moléculas psiquedélicas es instantánea, a diferencia de otras drogas como heroína y cocaína, donde ésta es gradual. Aquí vendría bien contemplar de nuevo la frase del mayor terapeuta renacentista Paracelso: “sola dosis facit venenum”

    No es ocioso recordar –aunque no los citemos- todos los estudios controlados que se han realizado y, que han llegado a la conclusión que está desaconsejado para todo tipo de psicosis, sean estas esquizofrénicas, o no, (6); también para aquellas personas aquejadas de trastornos de ansiedad como el pánico y agorafobia y, en general para aquellos que sufren de algún trastorno mental o problema de conducta.

    Ahora bien…, en personas sanas, su uso con fines introspectivos/sacramentales, lúdicos o de curación o atenuación de alguna dolencia, ¿es ilegítimo usarlo al ser una sustancia ilegal? Lo dejamos al libre albedrío de cada cual que puede seguir envenenándose con lo que compra en la calle o, autoabastecerse con los modernos métodos de cultivo tanto en interior como en exteriores que se vienen ofertando desde hace tiempo ya en las Grow Shops, sin grandes problemas si es que su uso es ese; es decir el de consumo propio de marihuana o haschish de calidad.


REFERENCIAS Y BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA.

(1).- López, F. J. “La estafa prohibicionista: antecedentes, mantenimiento y consecuencias” (2007). Madrid: Revista Universitas. Publicaciones de la Universidad Carlos III de Madrid.

2).- Asociación Ramón Santos para el Estudio del Cannabis (A.R.S.E.C.). Cannabis: Manual de cultivo para el autoconsumo. (1998). ARSEC: Barcelona.

(3).- Escohotado, A. La cuestión del cáñamo. Una propuesta constructiva sobre hachis y marihuana. (1997). Anagrama: Barcelona.

(4).- Jünger, E. Acercamientos: Drogas y ebriedad. (1978). (Traducción de Enrique Ocaña, 2000). Tusquets: Barcelona.

(5).- Escohotado, A. Historia General de las Drogas. (1999). Espasa Calpe: Madrid.

(6).- Romero, C; Collazos, F; Valero, S. y Casas, M. “Consumo de cannabis y desarrollo de psicosis: estado actual. (2007). Actas Españolas de Psiquiatría, May, 35, (3).

Escohotado, A. Retrato del libertino. (1997). Espasa Calpe: Madrid.

Usó, J. C. (1996). Drogas y cultura de masas, España 1855-1995.. Taurus: Madrid.

Vallejo-Nájera, J. A. Guía Práctica de Psicología. (2001, Vigesimoquinta edición). Ediciones Temas de Hoy: Madrid.

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