IDEA
CLÍNICA:
El miedo, per se, se podría definir como la emoción desagradable que sentimos
cuando percibimos que alguna situación o estímulo real o imaginario, puede
sernos amenazante para nuestra integridad física, psicológica o moral. Ahora
bien, esta definición es de difícil operatividad, objetivación y
caracterización. Es por ello que una manera más objetiva de analizarlo es
acudiendo a su expresión: “la ansiedad” inherente e inextricablemente unida a
los miedos desadaptativos. Es decir, el miedo es el componente cognitivo de la ansiedad, aparte de las
reacciones psicofisiológicas y motoras o conductuales que conlleva dicha respuesta de ansiedad, y que se
puede descomponer a su vez en estos tres niveles aludidos.
Dicho esto, parece de justicia
equiparar como hemos apuntado arriba, en mayor o menor medida, miedo con
ansiedad. Pero nuestra idea nace además
con el concepto de ansiedad “rasgo” (estable en el tiempo), en
contraposición a (“estado”) de ansiedad, más transitorio. Estaríamos de acuerdo
pues, con la definición que da Spielberger de ella: “El rasgo de ansiedad se refiere a las diferencias individuales
relativamente estables, en predisposición a (sufrir) ansiedad; esto es, a las
diferencias en predisposición a percibir un amplio rango de situaciones
estimulares como peligrosas o amenazantes, y en la tendencia a responder a
tales amenazas con reacciones de ´estado´ de ansiedad”. “Estas personas con
elevado nivel de ansiedad rasgo, perciben un mayor número de situaciones como
peligrosas o amenazantes que las personas con bajo nivel de ansiedad rasgo, y
responden a estas situaciones con reacciones de estado de ansiedad más intensas”.(Spielberger,
1972, pág. 39). Esta teoría es defendida asimismo por Eysenck quien atribuye la razón de dichas diferencias a factores genéticos, a diferencias en el funcionamiento del SNA o, finalmente a diferencias en el funcionamiento de
determinados procesos cognitivos; (Eysenck, 1992, 1997, 2000).
Por otro lado, en lo que al asma bronquial
se refiere, en las tres últimas décadas se ha dedicado un gran esfuerzo
investigador destinado a esclarecer la influencia de variables psicológicas.
Los resultados de estos trabajos, aunque descarten que la relación se
establezca a nivel etiológico, proporcionan una abundante evidencia empírica
acerca de la capacidad que tienen, emociones, cogniciones y comportamientos
para afectar al funcionamiento pulmonar y los índices de morbilidad en aquellos
individuos con hiper-reactividad bronquial. Dentro de las emociones, desde
luego, se encuadrarían los miedos o ansiedad. (Vázquez, Juncal y
Gulías-Troitiño, 2000).
Factores
Psicológicos que pueden precipitar las crisis.
Aunque no estén claros los mecanismos
por los cuales las emociones negativas
pueden inducir al asma en algunos pacientes, además de la sugestión o los procesos de
condicionamiento, se han propuesto al menos tres hipótesis –bastante
racionales a nuestro juicio- sobre cómo las emociones de miedo y ansiedad y la
sobre-activación psicofisiológica inherente (SNA), pueden precipitar las crisis.
Así, en primer lugar, la expresión
emocional puede acompañarse del incremento en la tasa y/o profundidad de la
respiración, produciendo un aumento en la toma de oxígeno que puede llevar
asimismo a la hiperventilación, lo que incrementa la cantidad de aire frío y
seco inhalado, siendo éste un desencadenante habitual de las crisis asmáticas (Clarke,
1982); además, respiraciones profundas pueden estimular determinados receptores
en los pulmones que pueden causar bronco-constricción en algunos asmáticos. (Gayrard
et al., 1975).
En segundo lugar, las emociones
negativas -miedo- pueden desencadenar asma a través del sistema nervioso
autónomo; ya que al caracterizarse por una hiper-responsividad alfa-simpática y
colinérgica junto con una “hipo”-responsividad beta-simpática y, al tener los modos de afrontamiento pasivo un
patrón que implica también respuesta alfa-simpática, pueden estimular a su vez
la respuesta barorrefleja y la actividad parasimpática y exacerbar de este modo
el asma. (Lemanske y Kaliner, 1990); (Sherwood, Dolan y Light, 1990).
Un tercer y último grupo de hipótesis propone
y sostiene que cambios inflamatorios y en el sistema inmune podrían ser
“mediadores” de los efectos emocionales en el asma. Ya que en parte, ésta es el
resultado de anormalidades en el sistema inmunológico en el cual –como es
sabido- las vías respiratorias son infiltradas por células inflamatorias y,
numerosos estudios de laboratorio sugieren que el estrés producido por la
emoción negativa puede incrementar la actividad del sistema inflamatorio
(¿síntesis de prostaglandinas?) y el sistema inmune, (Bachen et al., 1995), lo
que podría provocar la predisposición para la aparición de crisis asmáticas.
Como
corolario, Lehrer et al., 1996, encontraron que sujetos asmáticos con
reacciones de afrontamiento activo
a los estresores, respondían con broncodilatación; mientras que sujetos con un estilo pasivo lo hacían con
broncoconstricción.
PREGUNTA
A CONTESTAR.
En base a todo lo anteriormente descrito,
la “ansiedad rasgo elevada o alta”, a
través de las mediciones con el cuestionario STAI de Spielberger, ¿ es una de
las variables que influyen para que los pacientes con asma y al menos dos
episodios de broncoespasmo sufran más crisis asmáticas que requieran atención
hospitalaria, tomando como referencia o comparación a los pacientes asmáticos
también, pero con “ansiedad rasgo baja”?
CARACTERÍSTICAS
DE LA PREGUNTA.
a) Realizable. Pensamos
que la población diana (pacientes desde los 16 años hasta los que posean
una buena capacidad cognitiva para responder a los 20 ítems del test, que hayan
sido diagnosticados de asma, con dos episodios al menos de broncoespasmo, que
en el momento del estudio no tengan otra patología broncopulmonar ni
psiquiátrica mayor), como características del paciente y problema clínico,
se podría extraer de los servicios de los propios hospitales de Alicante y
provincia, así como de los consultorios de los centros de especialidades de las
distintas áreas de salud. Como segundo componente de la pregunta clínica, no
creemos conveniente aún realizar ningún tipo de intervención, sino meramente,
labor de evaluación como estudio piloto. Es decir, paso del cuestionario de
ansiedad rasgo STAI y comparaciones posteriores en puntuaciones elevadas
y bajas al mismo.
Como
medida del efecto, en un posterior estudio, se podría utilizar la
morbi-mortalidad, impacto económico (ingesta de fármacos, gasto hospitalario,
etc.), el alivio de la propia sintomatología del paciente y la satisfacción
(como calidad de vida relacionada con la salud), etc…
b) Interés. Pensamos que puede ser interesante tanto para los profesionales de la salud,
como para los psicólogos, (clínicos y de la salud) así como para el propio
paciente y la comunidad científica en general al poder reducirse -tras una
posible intervención terapéutica- la morbi-mortalidad con lo que ello conlleva.
c) Novedosa. Puede
resultar novedosa ya que a través de la revisión bibliográfica realizada, no se
han encontrado estudios que evalúen específicamente “ansiedad rasgo” con
“recurrencia de las crisis”, salvo error. Desconociéndose si este hecho
se da por la multiplicidad de variables que pudieran estar incidiendo, pero que
nosotros pensamos controlar en la medida de lo posible.
d) Ética. No consideramos
que se vulnere la intimidad de los pacientes, ya que el mero paso del
cuestionario de ansiedad rasgo de Spielberger, (STAI), queda bajo los criterios
de confidencialidad de las pruebas de evaluación que rige el código
deontológico de la actividad profesional del psicólogo. Pudiéndose firmar no
obstante, como se hace en otros casos, una especie de contrato de
confidencialidad para cada uno de ellos. No se provoca asimismo, ningún riesgo
innecesario ni invasión de la intimidad para el paciente.
En
cualquier caso, presumimos que se puede contar con las debidas autorizaciones
previstas por la ley para los ensayos clínicos y del propio consentimiento por
parte de los sujetos objeto de investigación.
e) Relevante. Es relevante
como decimos para los conocimientos científicos y profesionales en general, así
como para los pacientes, ya que si llegado el caso se confirmase la hipótesis
alternativa (los pacientes altos en ansiedad rasgo, sufren más crisis
asmáticas), se podría iniciar o dar fruto a futuras líneas de investigación que
estudiasen el efecto de instaurar terapia ansiolítica en forma de
benzodiacepinas o ISRSs, y así controlar, tanto ansiedad, como número de crisis
asmáticas.
REFERENCIAS.
Clarke, PS. (1982). Emotional exacerbations in asthma
caused by overbreating. Journal of Asthma,
19, 249-51.
Eysenck, MW. (1992). Anxiety: The cognitive perspective. London: Erlbaum.
Eysenk, mW. (1997). Anxiety and cognition: A unified theory. Hove: Psycology Press
Eysenck, mW. (2000). A Cognitive approach to trait
anxiety. European Journal of Personality,
14, 463-76.
Gayrard, P.; Orehek, J.; Grimaud, C. y Charpin, J.
(1975). Bronchoconstrictor effects of a deep inspiration in patients with
asthma. American Review Respiratory
Diseases, 111, 433-39.
Lehrer, PM.; Hochron, SM.; Carr, R.; Edelberg, R.;
Hamer, R.; Jackson, A. y Porges, S. (1996). Behavioral task induced
bronchodilation in asthma during active and passive tasks: A possible
cholinergic link to psychologically-induced airway changes. Psychosomatic Medicine, 58, 413-22.
Lemanske,
RF. y Kaliner, MA. (1990). Autonomic
nervous system abnormalities in asthma. American
Review of Respiratory Diseases, 141, 157-61.
Sherwood, A.; Dolan, CA. y Light, KC. (1990).
Hemodynamics of blood pressure responses during active and passive coping. Psychophysiology, 27, 656-68.
Spielberger, CD. (1972). Anxiety as an emotional
state. En CD. Spielberger (Ed.), Anxiety.
Current trends in theory and research. (Vol. 1, pp. 23-49). New York:
Academic Press.
Vázquez,
MI.; Juncal, S. y Gulías-Troitiño. (2000). Relationships between psychological variables relevant to asthma
patients quality of life. Psichologycals
Reports, 86, 31-33.
No hay comentarios:
Publicar un comentario