EL ESTRÉS.
El
término estrés ha sido en ocasiones mal
definido u objetivado, quizá por la no diferenciación de otros procesos
emocionales, como la ansiedad. Esta emoción (la ansiedad), puede estar
implicada en el propio proceso de estrés, pero no forma parte indiferenciada de
él. De la misma manera, se ha equivocado su componente energizador con procesos
motivacionales, por ejemplo.
El
proceso de estrés, según la teoría de Selye, categoriza lo que denomina
Síndrome General de Adaptación (que es la contemplación de la respuesta de
estrés sostenida en el tiempo), que para que se de este síndrome, según el
citado autor, se incluyen estas tres etapas:
a) Reacción de alarma: bajo
niveles de “resistencia” normal la respuesta del organismo cuando está expuesto
a estímulos o situaciones a los que no está adaptado se llega a considerar una
fuerza defensiva del mismo. Esta reacción tiene a su vez, dos subfases: la de
choque y la de contrachoque. La primera podría representar a la reacción
inicial o inmediata equivalente a la de ataque y/o huida de la teoría sobre las
emociones de Cannon y la de contrachoque que se suele considerar como una
acción de rebote (defensa contra el choque, u homeostasis), caracterizada por
ciertos patrones defensivos y donde se observa una hiperactividad de la corteza
suprarrenal con la consecuente liberación de corticoides, como el cortisol, y
en general, señales opuestas a las de choque, con consecuencias graves en
algunos casos como hipertensión, hiperglucemia, poliuria y en algunos casos
hipertermia o fiebre. Muchos de los trastornos psicofisiológicos asociados al
estrés agudo serían consecuentes a estas fases de la respuesta de alarma.
b) Fase de resistencia: es
el estado al que se llega cuando las variables estresantes se ven mantenidas en
el tiempo, resintiéndose el organismo ante la imposibilidad de sufrir de manera
continuada la sobrexcitación que implica una respuesta de alarma ante un agente
nocivo. Se observa en esta etapa una ligera adaptación del organismo humano al
agente estresor desvaneciéndose en mayor o menor medida la sintomatología que
actúa mediante el eje hipotálamo-hipofisario-suprarrenal o neuroendocrino. Se
suele caracterizar por una resistencia aumentada al agente nocivo y por una
menor resistencia a otros estímulos. Así pues, se obtiene la impresión de que
se adquiere la adaptación a un agente a costa de la menor resistencia a otros
agentes. (Sandín, 2000)
c) Fase o etapa de
agotamiento: derivado de lo anterior, a nadie escapa que un organismo ya sea
humano o animal pudiera soportar constantemente o estable en el tiempo un estado
agudo de alarma. Perdería la adaptación adquirida en la fase anterior entrando
en lo que llamamos fase de agotamiento que sobreviene cuando el estresor es
intenso y duradero. Pueden reaparecer también algunos de los síntomas
característicos de la fase de alarma. En estudios experimentales con animales
se ha constatado que en algunos casos puede significar la muerte para el
sujeto.
Las situaciones de estrés en nuestra vida
cotidiana son múltiples, imagínense el estrés familiar que se puede producir
cuando se está preparando un examen y se nos notifica que han cambiado la fecha
y las preguntas del mismo, así como los temas que “entraban”. La tensión que
puede producir esta situación estresante, puede tener consecuencias desastrosas
para nuestra salud: úlceras pépticas, infartos o accidentes isquémicos, pasando
por la psoriasis y pequeñas infecciones repetitivas o la exacerbación del asma
bronquial, son ejemplos de algunas de estas consecuencias.
Pero
a pesar de ello, el estrés “per se”
no es malo, al revés un poco de él, es beneficioso
para desenvolvernos en sociedad con normalidad. Volviendo al ejemplo del
examen, nos proporciona nuevas energías para prepararnos el examen, pensando en
la cercanía del mismo y la necesidad de estudiar, etc. Es decir, nos moviliza
para la acción adaptativa respondiendo así a las demandas cambiantes del medio.
El procesamiento psicológico del estrés
implica una primera reacción de preparación para responder a las condiciones
ambientales. Después de esta primera valoración, se realizará una segunda
evaluación en relación a las demandas estimulares, comparándolas con
situaciones o estímulos que han sido precedentes en algún momento de la vida
del sujeto, así como los recursos de los que se dispone para afrontarlo. Por
último, para evitar estos daños o amenazas potenciales se movilizarán los
esfuerzos o recursos para hacer frente a los retos planteados por la situación;
es decir, se producirá un modo de afrontamiento.
En
la forma de afrontar el estrés juegan
papel otras variables o características personales, que son estables en el
tiempo, como el patrón de conducta tipo A o los estilos comunicativos, y que
están determinados por nuestras experiencias previas, así como las creencias,
esquemas cognitivos, etc. Para terminar con esta definición, las consecuencias negativas del estrés, se
ven plasmadas por lo que se conoce con el nombre de Síndrome General de Adaptación; que es meramente un estilo o patrón
de comportamiento de nuestro organismo que nos prepara para adaptarnos al mundo
externo. Sin embargo, como veremos enseguida, existen diversas circunstancias
que pueden alterar esas respuestas adaptativas haciendo que el estrés se vuelva
“dañino” para nuestra salud física y psíquica.
2. Condiciones
desencadenantes de estrés.
Se
definen como cualquier tipo de estímulos, tanto internos como externos, que
actúan de manera directa i indirecta que incita a la desestabilización en el
equilibrio dinámico del organismo. La
clasificación más extendida la realizaron investigadores en este campo como
Lazarus y Folkman, 1984, de este modo, siguiendo la propuesta de dichos autores
se podría hablar de 4 tipos de acontecimientos desencadenantes de estrés, y
estos son:
a) Estresores únicos. Se hace referencia con
este término a las graves catástrofes o cataclismos con modificaciones en la
condición o entorno del sujeto.
b) Estresores múltiples. Se corresponden con
cambios significativos y de importancia vital para las personas.
c) Estresores cotidianos (sucesos vitales
cotidianos). Quizá sea esta tipología la más grave de todas, ya que se ha
comprobado mediante estudios que pequeñas dosis de estrés pero muy frecuentes o
insistentes en el tiempo causan más mella en la salud que un acontecimiento estresor
más poderoso.
d) Estresores biógenos. Son mecanismos de
carácter físico o químico que disparan la respuesta de estrés, sin mediación de
procesos psicológicos. Piénsese por ejemplo en el ruido continuo de una obra,
al lado de la oficina de un empleado que tiene que pasar ocho horas diarias en
ella.
3. El estrés, cómo afrontarlo.
Cada
sujeto dispone de recursos más o menos adaptativos y utilizan estilos
diferentes de afrontamiento que, bien dominan por medio del aprendizaje previo
o por ensayo y error; esto es, por hallazgo casual. Una de las primeras
categorizaciones de estilos de afrontamiento fue la lanzada por Meichembaum y Turk, 1982, quienes
propusieron tres estilos cognitivos fundamentales:
A) Estilo autorreferente. Utiliza estrategias
enfocadas sobre sí mismo. Estas personas se centrarán en cómo les afectará la
situación estresante, de manera especial sobre los efectos emocionales (miedo,
tristeza, etc.), y las alteraciones o sensaciones psico-fisiológicas que ésta
le produzca. Este tipo de afrontamiento o estilo suele valorar de manera poco eficaz
el potencial nocivo del estresor.
B) El estilo auto-eficaz. Se
centra en sus estrategias en consonancia con el análisis de las exigencias de
la situación estresante para buscar la respuesta más adecuada. Este tipo de
sujetos tiene un alto concepto de sí mismos, así como de su percepción de
eficacia; lo que les lleva a buscar toda la información precisa, necesaria y
suficiente acerca de la situación, desarrollando así habilidades competentes de
afrontarlo.
C) El estilo negativista. Se caracteriza por una
negación de la existencia de demandas estresoras; esto es, no se preocupan por
las demandas del ambiente y no suelen desarrollar estrategia alguna por la
propia negación que hacen del problema.
4. Tratamiento
farmacológico del estrés.
Como
tratamientos farmacológicos para el estrés, se pueden mencionar los
antidepresivos, complejos vitamínicos, benzodiazepinas, etc., que citamos a
continuación:
Se han ensayado con éxito y están aprobadas para
su uso las siguientes moléculas:
-Betabloqueantes como el oxprenolol.
-Fito-terapia:
valeriana, hipérico, gingseng, pasiflora, etc.
-Benzodiazepinas:
bromazepam, diazepam, ketazolam, lorazepam, cloracepato, etc.
-Antidepresivos:
nortriptilina, etc.
-Vitaminas
y aminoácidos como la arginina, ciproheptadina, complejo B12, B6,
B1, etc.
5. Tratamiento
psicológico del estrés.
El tratamiento
psicológico del estrés está supeditado como en la mayoría de los trastornos, a
las conductas problema del sujeto, sean estas cognitivas, psicofisiológicas o
motoras/conductuales. Las técnicas que con más eficacia se han utilizado son:
técnicas para el control de la activación: relajación y respiración, guías para
la organización del tiempo, técnicas cognitivas tales como la detención del
pensamiento o técnicas de resolución de problemas así como la inoculación de
estrés y entrenamiento en técnicas de asertividad.
Como
las dos primeras (relajación y
respiración) ya las hemos descrito, no nos detendremos en su exposición,
centrándonos en la inoculación de estrés, detención del pensamiento y guías
para la organización del tiempo y técnicas para la resolución de problemas que
se presentan en dos anexos adjuntos (anexo 1 y anexo 2).
6.1. INOCULACIÓN DE ESTRÉS:
El procedimiento básico incluye una buena evaluación
previa del problema seguida de:
Primera fase: de educación
o de conceptualización en la que se dota a la persona de un marco conceptual
que le permita entender de qué manera puede afectarle el estrés y, del mismo
modo, cómo es posible el afrontamiento mediante la utilización de estrategias
cognitivo conductuales.
La
segunda fase denominada de ensayo
o adquisición de habilidades consta de un componente de enseñanza y otro de
entrenamiento al sujeto en la utilización de las habilidades y estrategias o
modos de afrontar el estrés citadas en la fase anterior.
La tercera fase de aplicación y consolidación, en ella se le
proporciona a la persona, es más se le recomienda que ponga en práctica en
situaciones de estrés, todas aquellas habilidades aprendidas en la fase
anterior.
Para esta última fase, es decir, para la de
aplicación y consolidación:
-Primero: haremos una preparación
para una situación estresante con la identidad de la situación, el análisis de
posibilidades, preparación para el plan de afrontamiento.
-Segundo:
afrontamiento de esa situación. Puesta en marcha, ya en la escena o situación,
de las técnicas previstas que se hayan planificado y diseñado con anterioridad.
-Tercero:
prevención de crisis durante el afrontamiento, en todo momento se debe disponer
de una salida o vía de escape para el caso supuesto de un fracaso parcial en el
plan de afrontamiento o, la necesidad de solucionar eventos de dificultad
especial.
-Cuarto:
refuerzo posterior a la ejecución. Ante una ejecución correcta debe indicarse
en todos los casos la utilización de auto-verbalizaciones positivas. Así,
frases tales como ¡Qué bien lo he hecho!, ¡Cada día lo hago mejor!, ¡Me ha
costado, pero he podido con ello! Que puedan servir a modo de instaurar la
conducta más eficaz y produzcan de este modo un aumento en la autoestima.
- Quinto:
afrontamiento de fracasos y recaídas, para finalizar debe preverse la
probabilidad de un fracaso total en alguna ocasión determinada. Debiendo el
sujeto disponer de estrategias de afrontamiento para el fracaso y las recaídas
tales como: utilización de modelos, ensayo imaginado, juego de roles o role
playing, etc. El hecho de anticipar su posibilidad ayuda enormemente a
superarlas (las recaídas o fracasos) una vez que hayan ocurrido.
6.2. INOCULACIÓN DE ESTRÉS
E INTERVENCIONES MÉDICAS.
Las
estrategias de inoculación de estrés en el contexto de la sanidad han sido
ampliamente estudiadas así como dirigidas a poblaciones distintas. Se ven casos
de utilización en medicina conductual, habiéndose ensayado también en otros
ámbitos: como pacientes que van a ser sometidos a intervenciones quirúrgicas
menores, familiares de ellos, personal profesional sanitario, etc.
Una muestra de enfermos que fue estudiada con
una variedad de este tipo de programa fue la pionera, usada por Langer et al,
1975, que incluía en el paquete de tratamiento que se dirigía a controlar las
respuestas cognitivas constaba de una primera fase de carácter educacional, se
les instruía en el modelo transaccional del estrés enfatizando en que es, cómo
la gente percibe o interpreta un evento (y no el evento por sí sólo), lo que
generaba la respuesta de estrés, también se entrenó a los pacientes en
focalización de la atención y reestructuración cognitiva con
autoverbalizaciones positivas. Los
resultados mostraron una evidencia empírica notable en la reducción del uso de
ansiolíticos y de vías de permanencia o estancia en la clínica, todo ello en la
fase post-quirúrgica. Del mismo modo, quedó evidenciada una reducción
significativa en los niveles de estado de ánimo disfórico del enfermo (Langer, 1975).
Otra
población a la que recientemente se han unido paquetes de tratamiento
psicológico con el fin de controlar el estrés laboral es el personal de
enfermería. Los profesionales de la enfermería están valorados últimamente como una de las profesiones más proclives de
padecer burnout. Es decir, suelen “abrasar” a este tipo de trabajadores. A raíz
de los numerosos eventos elicitadores de estrés con los que se encuentran en el
día a día estos profesionales y ante los que deben responder con un control
emocional férreo; es decir, con lucidez, precisión y rapidez (al igual que en
los controladores aéreos, otra profesión de riesgo), las investigaciones han
tenido como objetivos prioritarios la intervención terapéutica en estas áreas y
sobre todo en la primera de ellas. Así, el programa o paquete de tratamiento de
West, propuesto en un principio para
su aplicación individual, pero que posteriormente se comprobó que también podía
dirigirse a grupos iba dedicado para enfermeras. Lograron detectar en un primer
momento cuatro grupos de estresores: quejas infundadas, que implicaban
preocupación por sufrir enfermedades; es decir, se quejaban de cefaleas,
fatiga, insomnio, nerviosismo, ansiedad, etc; déficits en asertividad, que se
constataban con continuas asperezas interpersonales (negarse a modificaciones
de turnos, peticiones laborales excesivas por parte de los médicos, la propia
gerencia del hospital o sus propios compañeros); preocupación por último por el
cuestionamiento profesional, provocado en parte por el avance constante en las
nuevas tecnologías y malestar emocional o distres relacionado con problemas de
organización del tiempo (desfases en los turnos, presiones temporales para la
realización de las tareas, etc).
El
paquete de intervención terapéutica de West,
1984 logró en ocho sesiones, es
decir, en dos veces, resultados importantes. En la fase de educación se
insistió de nuevo en el modelo transaccional del estrés, así como la identificación
de los estresores más frecuentes y potentes que fueron tomados por los
auto-registros diarios. Al adquirir las habilidades se entrenó a los sujetos
en:
-Relajación
de Jacobson.
-
Reestructuración cognitiva.
-
Estrategias de asertividad.
-
Técnicas en la gestión del tiempo.
La
fase de ejecución o aplicación se puso en práctica mediante ensayos en
imaginación y role playing con el terapeuta.
7. TÉCNICA DE DETENCIÓN
DEL PENSAMIENTO.
Es obvio, que después de estar un rato “rumiando” (dando
vueltas a pensamientos estresógenos), el estado de ánimo puede caer de forma
notable. Además esos pensamientos o cadenas de pensamiento no ayudan a
solucionar el problema ni el estado del ánimo, apareciendo de manera
reiterativa no sabiendo la persona como desprenderse de ellos.
Insistimos
que esto, cuando se mantiene durante largos periodos de tiempo aunque no les
prestemos importancia, llegarán a
imponerse sus efectos nocivos. Estas cadenas de pensamientos reiterativas que
pueden tomar características similares a las obsesiones, suelen quedar en un
segundo plano de la atención (por eso a veces se les denomina rumiaciones de
pensamiento, que se refieren bien a sucesos pasados, respecto a los que ya nada
se puede hacer, bien a sucesos futuros amenazantes que pueden ocurrir, aunque
su probabilidad es muy escasa (Labrador,
1995).
El
mecanismo de la técnica está basado en el hecho de que una estimulación
suficientemente potente atraerá la atención sobre él, haciendo que se deje de
prestar atención a los pensamientos que en ese momento se están desarrollando.
Por ejemplo, si cuando Ud. está estudiando concentradamente en su casa, y suena
el timbre de ella le distraerá dirigiendo la atención en ese momento a ese
estímulo y se cortará la secuencia de pensamientos generados por el texto que
estudiaba.
Para
utilizar esta técnica pues, tan sencilla, en primer lugar habrá que detectar el
pensamiento y después hay que establecer, cuál será el estímulo a utilizar para
detener el mismo. Se puede utilizar cualquier fuente de estimulación que sea lo
suficientemente intensa que se pueda producir a voluntad y que sea capaza de
atraer inmediatamente la atención. Ejemplos podrían ser, ruidos intensos (como
una palmada), o un grito (en forma de ¡basta!, ¡stop!), o ambas cosas a la vez,
es decir, un ruido y una palabra.
8. TÉCNICAS DE
AUTOCONTROL.
La fuerza de voluntad o la responsabilidad no se muestran
capaces de controlar la emisión de las conductas de estrés, es más, los
comportamientos en cuestión parecen estar más controlados por factores externos
a nosotros mismos que por supuestas fuerzas internas del estilo de la fuerza y
la voluntad, la seriedad, etc.
Dicho
esto, ¿es posible entonces que un individuo sea capaz de controlar por sí mismo
sus propios comportamientos? La respuesta es sí, pero no por este camino.
Las
conductas operantes dependen o están controladas por sus efectos sobre el
medio, dicho de otro modo, por las consecuencias que tienen para la persona que
las lleva a cabo, no por supuestas fuerzas internas de la misma; por tanto si
queremos controlar conductas o hábitos como el de fumar, el de comer en exceso
o el de hacer ejercicio, nuestra dirección no irá dirigida a controlar
supuestas fuerzas internas sino ha hacerlo con las consecuencias de estas conductas.
Por ejemplo, si quiero establecer la conducta de hacer ejercicio físico tres
veces por semana, para ello una posibilidad, pero inútil, sería la de tratar de
fortalecer mi propia voluntad.
Otra
más plausible sería por ejemplo, entregar a un amigo o a un familiar
determinadas cantidades de dinero u objetos, estableciendo que cada día de los
programados que haga ejercicio recuperaré una parte significativa del mismo. Y
cada día que no lo haga, la parte correspondiente será entregada a un
colectivo, por ejemplo, que nos desagrade profundamente (por ejemplo, un
donativo al Hércules si es uno socio del Elche, o al Elche si es socio del
Hércules, ejemplos mejores e podrían poner, pero pensamos que se comprende).
¡¡Ahora
bien!! el comportamiento de hacer ejercicio tiene consecuencias
importantes, sobre todo a corto plazo, y esto ayuda a su control. Es decir,
poniendo ejemplos menos pintorescos, se pueden modificar los premios y castigos
que se encuentren dependiendo de las características de cada persona; de este
modo, pueden ser utilizados los elogios, el disfrutar de la televisión,
comprarse un DVD o permitirse asistir a una sesión de teatro o de cine; eso sí,
debe de quedar claro que la forma de controlar las conductas suele ser
regulando sus consecuencias.
En
resumen o en esencia, no quisiéramos desmerecer la referencia a la fuerza de
voluntad, simplemente hemos de decir que a nuestros efectos no nos vale, no se
puede objetivar por ser un constructo inmanejable; sin embargo, si “yo saco la
televisión de mi dormitorio (emito la conducta), ya que tengo problemas de
insomnio, estaré controlando la conducta de dormir, la deseable, al controlar
el estímulo perturbador que es la televisión”.
Así
pues, las técnicas de autocontrol resultan de especial utilidad en casi todos
los casos en los que se produce un conflicto entre las distintas consecuencias
de un mismo comportamiento. Por poner el caso, al hablar de hacer ejercicio
físico, las consecuencias son positivas a largo plazo, pero a corto plazo,
pueden resultar poco apetitivas, cansadas o con poca atracción. Las variables
que determinan la emisión de dichos comportamientos (realizar ejercicio versus
quedarse viendo televisión y fumando) pueden ser aumentadas por agentes o
influencias autogeneradas.
9. INCREMENTO DE ACTIVIDADES REFORZANTES.
Programar
actividades lúdicas y de ocio. La fatiga y la desmotivación son el resultado en
gran parte del problema de ansiedad, una vida rutinaria y monótona es la
consecuencia de todo ello.
Para
motivar a la persona ansiosa o que padece estrés es importante la programación
de este tipo de actividades.
10. MODIFICACIÓN DE HÁBITOS
DE CONDUCTA INADECUADOS.
Es de gran importancia:
1.-
Administrar de manera adecuado tu tiempo: establecer prioridades, planificando
un horario realista. Toma decisiones básicas de lo que puedes o no hacer.
2.-
Tener hábitos alimentarios adecuados: al sufrir estrés es conveniente aumentar
el número de nutrientes. Establecer una dieta adecuada.
3.-
Hacer ejercicio: es una manera adecuada, sencilla y efectiva de reducir el
estrés. Se produce una descarga para el organismo cuando éste se encuentra en
estado de ansiedad. El ejercicio es recomendable realizado de manera adecuada y
sistemática.
4.-
Hábitos saludables de sueño: normas que favorecen conciliar el sueño:
a)
no consumir bebidas que contengan cafeína u otros excitantes, al menos seis
horas antes de acostarse.
b)
no beber alcohol desde las primeras horas de la tarde, el alcohol cambia el
patrón del sueño.
c)
no es recomendable fumar al menos dos horas antes de irse a la cama, la nicotina produce excitación y activación
en el organismo.
d)
evitar realizar ejercicio físico de manera vigorosa al menos dos horas antes de
dormir.
e)
ingerir cena moderada, sin excesivos azúcares refinados y proteínas; cenar al
menos dos horas antes de acostarse.
f)
acondicionar el dormitorio: eliminar en la
medida de lo posible los ruidos, la temperatura es recomendable que no
exceda de 20º C, la cama que no sea ni muy dura ni muy blanda.
g)
antes de irse a dormir, es conveniente realizar actividades de desaceleración:
ver televisión, leer, escuchar música, etc.
11. ENTRENAMIENTO EN
ASERTIVIDAD.
A
nivel teórico se suele considerar la conducta asertiva como una de las
numerosas habilidades sociales que el sujeto debe poseer para comportarse
eficazmente en situaciones de interacción social. Caballo en 1987 define la conducta socialmente habilidosa del
siguiente modo: “es ese conjunto de
conductas emitidas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa
los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de los individuos en
general, de un modo adecuado a la situación, respetando esas conductas en los
demás, y que normalmente resuelve los problemas inmediatos de la situación mientras
minimiza la probabilidad de futuros problemas”.
De
este modo pues, el concepto de habilidad social hace referencia a tres
dimensiones:
a) El tipo de habilidad
social. Son muchas las habilidades sociales diferentes, el problema radica en
su identificación. Ciertas conductas como la de mostrarse cálido, afectivo,
participante en las conversaciones, comentarios espontáneos e interesantes,
etc. Rinn y Markle enumeran cuatro clases: habilidades de comunicación,
habilidades de ayuda a los demás, habilidades autoexpresivas y habilidades de
defensa de los derechos propios. Caballo propone doce, algunas de las cuales
son: hacer y recibir cumplidos, realizar y rechazar peticiones, expresar amor,
agrado, afecto, ira, disgusto y desagrado, manifestar opiniones personales
incluido el desacuerdo defendiendo los derechos así como manejar las críticas
de manera adaptativa.
b) El contexto
interpersonal. Una persona puede mostrarse habilidosa en una situación social
determinada y en otra en cambio no; por ejemplo, un sujeto puede iniciar y
mantener fácilmente conversaciones con sus amigos y en contrapartida tener
problemas para solicitar satisfactoriamente un empleo. Dicho de otro modo, la
conducta socialmente habilidosa acontece en situaciones específicas (oficina,
lugares públicos, etc) y ante personas concretas (amigos de igual o distinto
sexo, figuras con autoridad, compañeros de trabajo, etc).
c) Los resultados de la
conducta interpersonal. Cuando afirmamos que un individuo resulta competente
socialmente, estamos reconociendo de manera implícita que su conducta social
produce unos resultados que se ven optimizados mediante la obtención de máximo
reforzamiento y mínimo castigo por parte de los otros sin embargo, como
advierten otros autores una conducta no habilidosa e incluso anti social puede
ser reforzada, como los comportamientos agresivos de un delincuente. Por ello
en otros estudios se destacó el valor auto-reforzante del propio
comportamiento.
El
entrenamiento en habilidades sociales posee en la actualidad una gran relevancia.
En primer lugar por el reconocimiento de la correlación existente entre las
dificultades de un individuo en sus relaciones interpersonales y el riesgo de
que ese mismo individuo presente algún problema psicopatológico (alcoholismo, depresión,
trastornos psicofisiológicos,etc).
Centrándonos
en la conducta asertiva ésta sería la habilidad social para afirmar las
opiniones personales, para expresar los propios sentimientos (bien sea
positivos o negativos), para defender los derechos legítimos (sobre todo cuando
existe desacuerdo u oposición por parte de los demás); esta ratificación debe
hacerse de un modo adecuado; esto es, de forma que sea reforzante para el
propio sujeto y de manera que no sea aversivo para los demás.
Para
finalizar hemos señalado que las habilidades sociales serían un constructo en
el que se incluiría la conducta asertiva entre otras. De este modo en la
práctica y dado que la aserción es la habilidad social más importante en la
clínica, el entrenamiento en ella se ha convertido en uno de los procedimientos
más utilizados en terapia de conducta.
Incluimos
a modo de anexo en el mismo texto, el siguiente decálogo de los derechos
humanos asertivos
DECÁLOGO DE LOS DERECHOS HUMANOS ASERTIVOS
1.- Tenemos derecho a juzgar
nuestro propio comportamiento, nuestros pensamientos y nuestras emociones, y a
tomar la responsabilidad de su iniciación y de sus consecuencias.
*(Ej: Yo no soy
quién para decirte lo que tienes que hacer, tu no eres quién para decirme lo
que tengo que hacer).
2.- Tenemos derecho a no dar razones o excusas para
justificar nuestro comportamiento.
*(Ej: No quiero
ir). No hace falta poner excusas (si no
queremos).
3.- Tenemos derecho a juzgar, si nos incumbe, la
responsabilidad de encontrar soluciones para los problemas de otras personas.
*(Ej: Ayudamos
cuando y porque nos apetece, no porque tengamos la obligación).
4.- Tenemos derecho a cambiar de parecer.
*(Ej: Antes pensaba
que sí, pero ahora creo que no quiero. No, no quiero).
5.- Tenemos derecho a cometer errores. Y a ser
responsables de ellos.
*(Ej: Bien he metido
la pata. Intentaré que no vuelva a suceder).
6.- Tenemos derecho a decir “No lo sé”.
*(Ej: La verdad es
que no sé nada acerca de lo que me preguntas).
7.- Tenemos derecho a ser independientes de la buena
voluntad de los demás antes de enfrentarnos con ellos.
*(Ej: Gracias por tu
amabilidad, pero cuando te necesite ya te aviso).
8.- Tenemos derecho a tomar decisiones ajenas a la
lógica.
*(Ej: Sé que lo
mejor es que me lleve paraguas, pero me apetece mojarme).
9.- Tenemos derecho a decir “No lo entiendo”.
*(Ej: No me estoy
enterando de nada de lo que me dices, ¿me lo cuentas de otro modo? Por favor).
10.- Tenemos derecho a decir “No me importa”.
*(Ej: No me interesa en absoluto lo que me estás contando,
pero podríamos hablar de..).
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