jueves, 4 de julio de 2013

TRATAMIENTOS PARA EL ESTRÉS



  EL ESTRÉS.

        
El término estrés ha sido en ocasiones mal definido u objetivado, quizá por la no diferenciación de otros procesos emocionales, como la ansiedad. Esta emoción (la ansiedad), puede estar implicada en el propio proceso de estrés, pero no forma parte indiferenciada de él. De la misma manera, se ha equivocado su componente energizador con procesos motivacionales, por ejemplo.

         El proceso de estrés, según la teoría de Selye, categoriza lo que denomina Síndrome General de Adaptación (que es la contemplación de la respuesta de estrés sostenida en el tiempo), que para que se de este síndrome, según el citado autor, se incluyen estas tres etapas:

a)     Reacción de alarma: bajo niveles de “resistencia” normal la respuesta del organismo cuando está expuesto a estímulos o situaciones a los que no está adaptado se llega a considerar una fuerza defensiva del mismo. Esta reacción tiene a su vez, dos subfases: la de choque y la de contrachoque. La primera podría representar a la reacción inicial o inmediata equivalente a la de ataque y/o huida de la teoría sobre las emociones de Cannon y la de contrachoque que se suele considerar como una acción de rebote (defensa contra el choque, u homeostasis), caracterizada por ciertos patrones defensivos y donde se observa una hiperactividad de la corteza suprarrenal con la consecuente liberación de corticoides, como el cortisol, y en general, señales opuestas a las de choque, con consecuencias graves en algunos casos como hipertensión, hiperglucemia, poliuria y en algunos casos hipertermia o fiebre. Muchos de los trastornos psicofisiológicos asociados al estrés agudo serían consecuentes a estas fases de la respuesta de alarma.

b)    Fase de resistencia: es el estado al que se llega cuando las variables estresantes se ven mantenidas en el tiempo, resintiéndose el organismo ante la imposibilidad de sufrir de manera continuada la sobrexcitación que implica una respuesta de alarma ante un agente nocivo. Se observa en esta etapa una ligera adaptación del organismo humano al agente estresor desvaneciéndose en mayor o menor medida la sintomatología que actúa mediante el eje hipotálamo-hipofisario-suprarrenal o neuroendocrino. Se suele caracterizar por una resistencia aumentada al agente nocivo y por una menor resistencia a otros estímulos. Así pues, se obtiene la impresión de que se adquiere la adaptación a un agente a costa de la menor resistencia a otros agentes. (Sandín, 2000)

c)     Fase o etapa de agotamiento: derivado de lo anterior, a nadie escapa que un organismo ya sea humano o animal pudiera soportar constantemente o estable en el tiempo un estado agudo de alarma. Perdería la adaptación adquirida en la fase anterior entrando en lo que llamamos fase de agotamiento que sobreviene cuando el estresor es intenso y duradero. Pueden reaparecer también algunos de los síntomas característicos de la fase de alarma. En estudios experimentales con animales se ha constatado que en algunos casos puede significar la muerte para el sujeto.
        
Las situaciones de estrés en nuestra vida cotidiana son múltiples, imagínense el estrés familiar que se puede producir cuando se está preparando un examen y se nos notifica que han cambiado la fecha y las preguntas del mismo, así como los temas que “entraban”. La tensión que puede producir esta situación estresante, puede tener consecuencias desastrosas para nuestra salud: úlceras pépticas, infartos o accidentes isquémicos, pasando por la psoriasis y pequeñas infecciones repetitivas o la exacerbación del asma bronquial, son ejemplos de algunas de estas consecuencias.  

         Pero a pesar de ello, el estrés “per se” no es malo, al revés un poco de él, es beneficioso para desenvolvernos en sociedad con normalidad. Volviendo al ejemplo del examen, nos proporciona nuevas energías para prepararnos el examen, pensando en la cercanía del mismo y la necesidad de estudiar, etc. Es decir, nos moviliza para la acción adaptativa respondiendo así a las demandas cambiantes del medio. 

         El procesamiento psicológico del estrés implica una primera reacción de preparación para responder a las condiciones ambientales. Después de esta primera valoración, se realizará una segunda evaluación en relación a las demandas estimulares, comparándolas con situaciones o estímulos que han sido precedentes en algún momento de la vida del sujeto, así como los recursos de los que se dispone para afrontarlo. Por último, para evitar estos daños o amenazas potenciales se movilizarán los esfuerzos o recursos para hacer frente a los retos planteados por la situación; es decir, se producirá un modo de afrontamiento. 

         En la forma de afrontar el estrés juegan papel otras variables o características personales, que son estables en el tiempo, como el patrón de conducta tipo A o los estilos comunicativos, y que están determinados por nuestras experiencias previas, así como las creencias, esquemas cognitivos, etc. Para terminar con esta definición, las consecuencias negativas del estrés, se ven plasmadas por lo que se conoce con el nombre de Síndrome General de Adaptación; que es meramente un estilo o patrón de comportamiento de nuestro organismo que nos prepara para adaptarnos al mundo externo. Sin embargo, como veremos enseguida, existen diversas circunstancias que pueden alterar esas respuestas adaptativas haciendo que el estrés se vuelva “dañino” para nuestra salud física y psíquica.  


2. Condiciones desencadenantes de estrés.

         Se definen como cualquier tipo de estímulos, tanto internos como externos, que actúan de manera directa i indirecta que incita a la desestabilización en el equilibrio dinámico del organismo.  La clasificación más extendida la realizaron investigadores en este campo como Lazarus y Folkman, 1984, de este modo, siguiendo la propuesta de dichos autores se podría hablar de 4 tipos de acontecimientos desencadenantes de estrés, y estos son:

a)     Estresores únicos. Se hace referencia con este término a las graves catástrofes o cataclismos con modificaciones en la condición o entorno del sujeto.
b) Estresores múltiples. Se corresponden con cambios significativos y de importancia vital para las personas.
c)  Estresores cotidianos (sucesos vitales cotidianos). Quizá sea esta tipología la más grave de todas, ya que se ha comprobado mediante estudios que pequeñas dosis de estrés pero muy frecuentes o insistentes en el tiempo causan más mella en la salud que un acontecimiento estresor más poderoso.
d)    Estresores biógenos. Son mecanismos de carácter físico o químico que disparan la respuesta de estrés, sin mediación de procesos psicológicos. Piénsese por ejemplo en el ruido continuo de una obra, al lado de la oficina de un empleado que tiene que pasar ocho horas diarias en ella.  


3. El estrés, cómo afrontarlo.

         Cada sujeto dispone de recursos más o menos adaptativos y utilizan estilos diferentes de afrontamiento que, bien dominan por medio del aprendizaje previo o por ensayo y error; esto es, por hallazgo casual. Una de las primeras categorizaciones de estilos de afrontamiento fue la lanzada por Meichembaum y Turk, 1982, quienes propusieron tres estilos cognitivos fundamentales:

A)  Estilo autorreferente. Utiliza estrategias enfocadas sobre sí mismo. Estas personas se centrarán en cómo les afectará la situación estresante, de manera especial sobre los efectos emocionales (miedo, tristeza, etc.), y las alteraciones o sensaciones psico-fisiológicas que ésta le produzca. Este tipo de afrontamiento o estilo suele valorar de manera poco eficaz el potencial nocivo del estresor.
B)   El estilo auto-eficaz.   Se centra en sus estrategias en consonancia con el análisis de las exigencias de la situación estresante para buscar la respuesta más adecuada. Este tipo de sujetos tiene un alto concepto de sí mismos, así como de su percepción de eficacia; lo que les lleva a buscar toda la información precisa, necesaria y suficiente acerca de la situación, desarrollando así habilidades competentes de afrontarlo.
C)   El estilo negativista. Se caracteriza por una negación de la existencia de demandas estresoras; esto es, no se preocupan por las demandas del ambiente y no suelen desarrollar estrategia alguna por la propia negación que hacen del problema.

4. Tratamiento farmacológico del estrés.

         Como tratamientos farmacológicos para el estrés, se pueden mencionar los antidepresivos, complejos vitamínicos, benzodiazepinas, etc., que citamos a continuación:

Se han ensayado con éxito y están aprobadas para su uso las siguientes moléculas:

 -Betabloqueantes como el oxprenolol.
-Fito-terapia: valeriana, hipérico, gingseng, pasiflora, etc.
-Benzodiazepinas: bromazepam, diazepam, ketazolam, lorazepam, cloracepato, etc.
-Antidepresivos: nortriptilina, etc.
-Vitaminas y aminoácidos como la arginina, ciproheptadina, complejo B12, B6, B1, etc.


5. Tratamiento psicológico del estrés.

         El tratamiento psicológico del estrés está supeditado como en la mayoría de los trastornos, a las conductas problema del sujeto, sean estas cognitivas, psicofisiológicas o motoras/conductuales. Las técnicas que con más eficacia se han utilizado son: técnicas para el control de la activación: relajación y respiración, guías para la organización del tiempo, técnicas cognitivas tales como la detención del pensamiento o técnicas de resolución de problemas así como la inoculación de estrés y entrenamiento en técnicas de asertividad.

         Como las dos  primeras (relajación y respiración) ya las hemos descrito, no nos detendremos en su exposición, centrándonos en la inoculación de estrés, detención del pensamiento y guías para la organización del tiempo y técnicas para la resolución de problemas que se presentan en dos anexos adjuntos (anexo 1 y anexo 2).
        

         6.1. INOCULACIÓN DE ESTRÉS:

         El procedimiento básico incluye una buena evaluación previa del problema seguida de:

         Primera fase: de educación o de conceptualización en la que se dota a la persona de un marco conceptual que le permita entender de qué manera puede afectarle el estrés y, del mismo modo, cómo es posible el afrontamiento mediante la utilización de estrategias cognitivo conductuales. 

         La segunda fase denominada de ensayo o adquisición de habilidades consta de un componente de enseñanza y otro de entrenamiento al sujeto en la utilización de las habilidades y estrategias o modos de afrontar el estrés citadas en la fase anterior.

         La tercera fase de aplicación y consolidación, en ella se le proporciona a la persona, es más se le recomienda que ponga en práctica en situaciones de estrés, todas aquellas habilidades aprendidas en la fase anterior.
        
Para esta última fase, es decir, para la de aplicación y consolidación:

         -Primero: haremos una preparación para una situación estresante con la identidad de la situación, el análisis de posibilidades, preparación para el plan de afrontamiento.  
 
         -Segundo: afrontamiento de esa situación. Puesta en marcha, ya en la escena o situación, de las técnicas previstas que se hayan planificado y diseñado con anterioridad.    
   
         -Tercero: prevención de crisis durante el afrontamiento, en todo momento se debe disponer de una salida o vía de escape para el caso supuesto de un fracaso parcial en el plan de afrontamiento o, la necesidad de solucionar eventos de dificultad especial. 

         -Cuarto: refuerzo posterior a la ejecución. Ante una ejecución correcta debe indicarse en todos los casos la utilización de auto-verbalizaciones positivas. Así, frases tales como ¡Qué bien lo he hecho!, ¡Cada día lo hago mejor!, ¡Me ha costado, pero he podido con ello! Que puedan servir a modo de instaurar la conducta más eficaz y produzcan de este modo un aumento en la autoestima.
        
         - Quinto: afrontamiento de fracasos y recaídas, para finalizar debe preverse la probabilidad de un fracaso total en alguna ocasión determinada. Debiendo el sujeto disponer de estrategias de afrontamiento para el fracaso y las recaídas tales como: utilización de modelos, ensayo imaginado, juego de roles o role playing, etc. El hecho de anticipar su posibilidad ayuda enormemente a superarlas (las recaídas o fracasos) una vez que hayan ocurrido.


6.2. INOCULACIÓN DE ESTRÉS E INTERVENCIONES MÉDICAS.

         Las estrategias de inoculación de estrés en el contexto de la sanidad han sido ampliamente estudiadas así como dirigidas a poblaciones distintas. Se ven casos de utilización en medicina conductual, habiéndose ensayado también en otros ámbitos: como pacientes que van a ser sometidos a intervenciones quirúrgicas menores, familiares de ellos, personal profesional sanitario, etc.

          Una muestra de enfermos que fue estudiada con una variedad de este tipo de programa fue la pionera, usada por Langer et al, 1975, que incluía en el paquete de tratamiento que se dirigía a controlar las respuestas cognitivas constaba de una primera fase de carácter educacional, se les instruía en el modelo transaccional del estrés enfatizando en que es, cómo la gente percibe o interpreta un evento (y no el evento por sí sólo), lo que generaba la respuesta de estrés, también se entrenó a los pacientes en focalización de la atención y reestructuración cognitiva con autoverbalizaciones positivas.      Los resultados mostraron una evidencia empírica notable en la reducción del uso de ansiolíticos y de vías de permanencia o estancia en la clínica, todo ello en la fase post-quirúrgica. Del mismo modo, quedó evidenciada una reducción significativa en los niveles de estado de ánimo disfórico del enfermo (Langer, 1975). 

         Otra población a la que recientemente se han unido paquetes de tratamiento psicológico con el fin de controlar el estrés laboral es el personal de enfermería. Los profesionales de la enfermería están valorados últimamente  como una de las profesiones más proclives de padecer burnout. Es decir, suelen “abrasar” a este tipo de trabajadores. A raíz de los numerosos eventos elicitadores de estrés con los que se encuentran en el día a día estos profesionales y ante los que deben responder con un control emocional férreo; es decir, con lucidez, precisión y rapidez (al igual que en los controladores aéreos, otra profesión de riesgo), las investigaciones han tenido como objetivos prioritarios la intervención terapéutica en estas áreas y sobre todo en la primera de ellas. Así, el programa o paquete de tratamiento de West, propuesto en un principio para su aplicación individual, pero que posteriormente se comprobó que también podía dirigirse a grupos iba dedicado para enfermeras. Lograron detectar en un primer momento cuatro grupos de estresores: quejas infundadas, que implicaban preocupación por sufrir enfermedades; es decir, se quejaban de cefaleas, fatiga, insomnio, nerviosismo, ansiedad, etc; déficits en asertividad, que se constataban con continuas asperezas interpersonales (negarse a modificaciones de turnos, peticiones laborales excesivas por parte de los médicos, la propia gerencia del hospital o sus propios compañeros); preocupación por último por el cuestionamiento profesional, provocado en parte por el avance constante en las nuevas tecnologías y malestar emocional o distres relacionado con problemas de organización del tiempo (desfases en los turnos, presiones temporales para la realización de las tareas, etc).

         El paquete de intervención terapéutica de West, 1984 logró en ocho sesiones, es decir, en dos veces, resultados importantes. En la fase de educación se insistió de nuevo en el modelo transaccional del estrés, así como la identificación de los estresores más frecuentes y potentes que fueron tomados por los auto-registros diarios. Al adquirir las habilidades se entrenó a los sujetos en:
        
         -Relajación de Jacobson.
         - Reestructuración cognitiva.
         - Estrategias de asertividad.
         - Técnicas en la gestión del tiempo.

         La fase de ejecución o aplicación se puso en práctica mediante ensayos en imaginación y role playing con el terapeuta.


7. TÉCNICA DE DETENCIÓN DEL PENSAMIENTO.

         Es obvio, que después de estar un rato “rumiando” (dando vueltas a pensamientos estresógenos), el estado de ánimo puede caer de forma notable. Además esos pensamientos o cadenas de pensamiento no ayudan a solucionar el problema ni el estado del ánimo, apareciendo de manera reiterativa no sabiendo la persona como desprenderse de ellos. 

         Insistimos que esto, cuando se mantiene durante largos periodos de tiempo aunque no les prestemos importancia,  llegarán a imponerse sus efectos nocivos. Estas cadenas de pensamientos reiterativas que pueden tomar características similares a las obsesiones, suelen quedar en un segundo plano de la atención (por eso a veces se les denomina rumiaciones de pensamiento, que se refieren bien a sucesos pasados, respecto a los que ya nada se puede hacer, bien a sucesos futuros amenazantes que pueden ocurrir, aunque su probabilidad es muy escasa (Labrador, 1995).

         El mecanismo de la técnica está basado en el hecho de que una estimulación suficientemente potente atraerá la atención sobre él, haciendo que se deje de prestar atención a los pensamientos que en ese momento se están desarrollando. Por ejemplo, si cuando Ud. está estudiando concentradamente en su casa, y suena el timbre de ella le distraerá dirigiendo la atención en ese momento a ese estímulo y se cortará la secuencia de pensamientos generados por el texto que estudiaba.

         Para utilizar esta técnica pues, tan sencilla, en primer lugar habrá que detectar el pensamiento y después hay que establecer, cuál será el estímulo a utilizar para detener el mismo. Se puede utilizar cualquier fuente de estimulación que sea lo suficientemente intensa que se pueda producir a voluntad y que sea capaza de atraer inmediatamente la atención. Ejemplos podrían ser, ruidos intensos (como una palmada), o un grito (en forma de ¡basta!, ¡stop!), o ambas cosas a la vez, es decir, un ruido y una palabra.


8. TÉCNICAS DE AUTOCONTROL.

         La fuerza de voluntad o la responsabilidad no se muestran capaces de controlar la emisión de las conductas de estrés, es más, los comportamientos en cuestión parecen estar más controlados por factores externos a nosotros mismos que por supuestas fuerzas internas del estilo de la fuerza y la voluntad, la seriedad, etc.

         Dicho esto, ¿es posible entonces que un individuo sea capaz de controlar por sí mismo sus propios comportamientos? La respuesta es sí, pero no por este camino.

         Las conductas operantes dependen o están controladas por sus efectos sobre el medio, dicho de otro modo, por las consecuencias que tienen para la persona que las lleva a cabo, no por supuestas fuerzas internas de la misma; por tanto si queremos controlar conductas o hábitos como el de fumar, el de comer en exceso o el de hacer ejercicio, nuestra dirección no irá dirigida a controlar supuestas fuerzas internas sino ha hacerlo con las consecuencias de estas conductas. Por ejemplo, si quiero establecer la conducta de hacer ejercicio físico tres veces por semana, para ello una posibilidad, pero inútil, sería la de tratar de fortalecer mi propia voluntad. 

         Otra más plausible sería por ejemplo, entregar a un amigo o a un familiar determinadas cantidades de dinero u objetos, estableciendo que cada día de los programados que haga ejercicio recuperaré una parte significativa del mismo. Y cada día que no lo haga, la parte correspondiente será entregada a un colectivo, por ejemplo, que nos desagrade profundamente (por ejemplo, un donativo al Hércules si es uno socio del Elche, o al Elche si es socio del Hércules, ejemplos mejores e podrían poner, pero pensamos que se comprende).

         ¡¡Ahora bien!! el comportamiento de hacer ejercicio tiene consecuencias importantes, sobre todo a corto plazo, y esto ayuda a su control. Es decir, poniendo ejemplos menos pintorescos, se pueden modificar los premios y castigos que se encuentren dependiendo de las características de cada persona; de este modo, pueden ser utilizados los elogios, el disfrutar de la televisión, comprarse un DVD o permitirse asistir a una sesión de teatro o de cine; eso sí, debe de quedar claro que la forma de controlar las conductas suele ser regulando sus consecuencias.

         En resumen o en esencia, no quisiéramos desmerecer la referencia a la fuerza de voluntad, simplemente hemos de decir que a nuestros efectos no nos vale, no se puede objetivar por ser un constructo inmanejable; sin embargo, si “yo saco la televisión de mi dormitorio (emito la conducta), ya que tengo problemas de insomnio, estaré controlando la conducta de dormir, la deseable, al controlar el estímulo perturbador que es la televisión”.

         Así pues, las técnicas de autocontrol resultan de especial utilidad en casi todos los casos en los que se produce un conflicto entre las distintas consecuencias de un mismo comportamiento. Por poner el caso, al hablar de hacer ejercicio físico, las consecuencias son positivas a largo plazo, pero a corto plazo, pueden resultar poco apetitivas, cansadas o con poca atracción. Las variables que determinan la emisión de dichos comportamientos (realizar ejercicio versus quedarse viendo televisión y fumando) pueden ser aumentadas por agentes o influencias autogeneradas.


9.  INCREMENTO DE ACTIVIDADES REFORZANTES.

         Programar actividades lúdicas y de ocio. La fatiga y la desmotivación son el resultado en gran parte del problema de ansiedad, una vida rutinaria y monótona es la consecuencia de todo ello.

         Para motivar a la persona ansiosa o que padece estrés es importante la programación de este tipo de actividades.


10. MODIFICACIÓN DE HÁBITOS DE CONDUCTA INADECUADOS.

         Es de gran importancia:

      1.- Administrar de manera adecuado tu tiempo: establecer prioridades, planificando un horario realista. Toma decisiones básicas de lo que puedes o no hacer.

      2.- Tener hábitos alimentarios adecuados: al sufrir estrés es conveniente aumentar el número de nutrientes. Establecer una dieta adecuada.

      3.- Hacer ejercicio: es una manera adecuada, sencilla y efectiva de reducir el estrés. Se produce una descarga para el organismo cuando éste se encuentra en estado de ansiedad. El ejercicio es recomendable realizado de manera adecuada y sistemática.   

      4.- Hábitos saludables de sueño: normas que favorecen conciliar el sueño:

 a) no consumir bebidas que contengan cafeína u otros excitantes, al menos seis horas antes de acostarse.
 b) no beber alcohol desde las primeras horas de la tarde, el alcohol cambia el patrón del sueño.
c) no es recomendable fumar al menos dos horas antes de irse a la cama,  la nicotina produce excitación y activación en el organismo.
d) evitar realizar ejercicio físico de manera vigorosa al menos dos horas antes de dormir.
e) ingerir cena moderada, sin excesivos azúcares refinados y proteínas; cenar al menos dos horas antes de acostarse.
f) acondicionar el dormitorio: eliminar en la  medida de lo posible los ruidos, la temperatura es recomendable que no exceda de 20º C, la cama que no sea ni muy dura ni muy blanda.
g) antes de irse a dormir, es conveniente realizar actividades de desaceleración: ver televisión, leer, escuchar música, etc.


11. ENTRENAMIENTO EN ASERTIVIDAD.

         A nivel teórico se suele considerar la conducta asertiva como una de las numerosas habilidades sociales que el sujeto debe poseer para comportarse eficazmente en situaciones de interacción social. Caballo en 1987 define la conducta socialmente habilidosa del siguiente modo: “es ese conjunto de conductas emitidas por un individuo en un contexto interpersonal que expresa los sentimientos, actitudes, deseos, opiniones o derechos de los individuos en general, de un modo adecuado a la situación, respetando esas conductas en los demás, y que normalmente resuelve los problemas inmediatos de la situación mientras minimiza la probabilidad de futuros problemas”.

         De este modo pues, el concepto de habilidad social hace referencia a tres dimensiones:

a)     El tipo de habilidad social. Son muchas las habilidades sociales diferentes, el problema radica en su identificación. Ciertas conductas como la de mostrarse cálido, afectivo, participante en las conversaciones, comentarios espontáneos e interesantes, etc. Rinn y Markle enumeran cuatro clases: habilidades de comunicación, habilidades de ayuda a los demás, habilidades autoexpresivas y habilidades de defensa de los derechos propios. Caballo propone doce, algunas de las cuales son: hacer y recibir cumplidos, realizar y rechazar peticiones, expresar amor, agrado, afecto, ira, disgusto y desagrado, manifestar opiniones personales incluido el desacuerdo defendiendo los derechos así como manejar las críticas de manera adaptativa.

b)    El contexto interpersonal. Una persona puede mostrarse habilidosa en una situación social determinada y en otra en cambio no; por ejemplo, un sujeto puede iniciar y mantener fácilmente conversaciones con sus amigos y en contrapartida tener problemas para solicitar satisfactoriamente un empleo. Dicho de otro modo, la conducta socialmente habilidosa acontece en situaciones específicas (oficina, lugares públicos, etc) y ante personas concretas (amigos de igual o distinto sexo, figuras con autoridad, compañeros de trabajo, etc).

c)     Los resultados de la conducta interpersonal. Cuando afirmamos que un individuo resulta competente socialmente, estamos reconociendo de manera implícita que su conducta social produce unos resultados que se ven optimizados mediante la obtención de máximo reforzamiento y mínimo castigo por parte de los otros sin embargo, como advierten otros autores una conducta no habilidosa e incluso anti social puede ser reforzada, como los comportamientos agresivos de un delincuente. Por ello en otros estudios se destacó el valor auto-reforzante del propio comportamiento.

         El entrenamiento en habilidades sociales posee en la actualidad una gran relevancia. En primer lugar por el reconocimiento de la correlación existente entre las dificultades de un individuo en sus relaciones interpersonales y el riesgo de que ese mismo individuo presente algún problema psicopatológico (alcoholismo, depresión, trastornos psicofisiológicos,etc).

         Centrándonos en la conducta asertiva ésta sería la habilidad social para afirmar las opiniones personales, para expresar los propios sentimientos (bien sea positivos o negativos), para defender los derechos legítimos (sobre todo cuando existe desacuerdo u oposición por parte de los demás); esta ratificación debe hacerse de un modo adecuado; esto es, de forma que sea reforzante para el propio sujeto y de manera que no sea aversivo para los demás. 

         Para finalizar hemos señalado que las habilidades sociales serían un constructo en el que se incluiría la conducta asertiva entre otras. De este modo en la práctica y dado que la aserción es la habilidad social más importante en la clínica, el entrenamiento en ella se ha convertido en uno de los procedimientos más utilizados en terapia de conducta.

         Incluimos a modo de anexo en el mismo texto, el siguiente decálogo de los derechos humanos asertivos
 

DECÁLOGO DE LOS DERECHOS HUMANOS ASERTIVOS


1.- Tenemos derecho a juzgar nuestro propio comportamiento, nuestros pensamientos y nuestras emociones, y a tomar la responsabilidad de su iniciación y de sus consecuencias.
*(Ej: Yo no soy quién para decirte lo que tienes que hacer, tu no eres quién para decirme lo que tengo que hacer).

2.- Tenemos derecho a no dar razones o excusas para justificar nuestro comportamiento.
*(Ej: No quiero ir).  No hace falta poner excusas (si no queremos).

3.- Tenemos derecho a juzgar, si nos incumbe, la responsabilidad de encontrar soluciones para los problemas de otras personas.
*(Ej: Ayudamos cuando y porque nos apetece, no porque tengamos la obligación).

4.- Tenemos derecho a cambiar de parecer.
*(Ej: Antes pensaba que sí, pero ahora creo que no quiero. No, no quiero).

5.- Tenemos derecho a cometer errores. Y a ser responsables de ellos.
*(Ej: Bien he metido la pata. Intentaré que no vuelva a suceder).

6.- Tenemos derecho a decir “No lo sé”.
*(Ej: La verdad es que no sé nada acerca de lo que me preguntas).

7.- Tenemos derecho a ser independientes de la buena voluntad de los demás antes de enfrentarnos con ellos.
*(Ej: Gracias por tu amabilidad, pero cuando te necesite ya te aviso).

8.- Tenemos derecho a tomar decisiones ajenas a la lógica.
*(Ej: Sé que lo mejor es que me lleve paraguas, pero me apetece mojarme).

9.- Tenemos derecho a decir “No lo entiendo”.
*(Ej: No me estoy enterando de nada de lo que me dices, ¿me lo cuentas de otro modo? Por favor).

10.- Tenemos derecho a decir “No me importa”.
*(Ej: No me interesa en absoluto lo que me estás contando, pero podríamos hablar de..).

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