TRASTORNO/ ATAQUE DE PÁNICO, O CRISIS DE ANSIEDAD: TRATAMIENTO FARMACOLÓGICO Y TÉCNICAS DE AFRONTAMIENTO PSICOLÓGICO
DESCRIPCIÓN CLÍNICA:
Las distintas denominaciones del título
no son ociosas y es conveniente hacer hincapié en su distinción ya que aunque
se produzca ésta, todas ellas forman parte de un mismo síndrome.
Los psiquiatras desde
el modelo bio-médico de enfermedad, suelen llamarlo crisis de ansiedad. Los
laboratorios farmacéuticos en sus prospectos y fichas técnicas –quizá por su
afán de marketing- hacen lo propio llamándolo “angustia” (ambigua denominación,
por lo demás).
Nosotros, los
psicólogos de orientación Cognitivo-Conductual, preferimos adherirnos al Manual
Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV-TR; APA, 2002) y
denominarlo Trastorno de Pánico, ya que se trata de un pico máximo de miedo súbito e intenso que llega a eso, “al pánico”. Teniendo en cuenta asimismo
que sólo son etiquetas; conceptos, que los especialistas tendemos a proponer
como medio de comunicación interprofesional, entre otras cosas.
El concepto “pánico” proviene del
griego. El dios Pan (o Panikos), dios
del bosque y los pastores, se deleitaba disfrazándose y aterrorizando a las
gentes incautas que se atrevían a cruzar las lindes de su terreno –según cuenta
la leyenda. Sus “bromas” causaban “pánico”, por ello el nombre de ataque de
pánico suele emplearse para denominar la experiencia de aparición brusca de miedo intenso acompañado de síntomas fisiológicos –en algunos casos-
alarmantes.
Es sorprendente que ya en 1894 Freud
(citado por Klein y Klein, 1989), definiera el ataque de pánico como “ataque de
ansiedad” de forma muy similar a como se entiende actualmente señalando tres
características principales en ese estado; 1:
comienzo espontáneo y brusco de intensa ansiedad; 2: miedo a morir o a estar enfermo y 3: presencia de síntomas físicos destacados.
En el DSM-IV se define el síndrome como
un episodio de intenso miedo o molestia, durante el cual aparecen bruscamente y
alcanzan su pico máximo a los diez minutos, “al menos” 4
de los siguientes síntomas (APA, 1994):
1) Palpitaciones, golpeteo del corazón o ritmo
cardíaco acelerado (taquicardia).
2) Sudoración excesiva.
3) Temblores o sacudidas musculares notorias.
4) Sensación de respiración dificultosa o ahogo.
5) Sensación de asfixia.
6) Dolor o molestias precordiales (pecho).
7) Náuseas y/o malestar abdominal (gastrointestinal).
8) Sensación de vértigo, inestabilidad, mareo y/o
pérdida de la conciencia.
9) Desrealización (sensación de irrealidad) o
despersonalización (sentirse separado de sí mismo).
10) Miedo a perder el control o a “volverse loco”.
11) Miedo a morir.
12) Parestesias (sensaciones de adormecimiento o
cosquilleo) y…
13) Ráfagas de frío y/o de calor.
(*): El orden de los síntomas,
refleja la frecuencia de aparición.
A lo cual añadiríamos nosotros o, no es
ocioso recordar, que cuando se ha perpetuado el cuadro, suele cursar con
agorafobia, con lo que por añadidura cabría tener un temor más, aparte de los
que describe el DSM; y es el temor a la sensación de “inescapabilidad”; es
decir, la persona suele temer el que le sobrevenga uno de dichos ataques en
algún sitio o lugar donde escapar pudiera resultar embarazoso, improbable o no
pudiese recibir rápidamente la atención médica oportuna; como en un ascensor,
el sillón de la peluquería, el del dentista o, simplemente, una calle
bulliciosa.
Como
se ve pues, el pánico es una forma de ansiedad cuyas manifestaciones
sintomatológicas son básicamente de índole somática (corporal), concretamente
fisiológica o, también denominada académicamente, interoceptiva, ya que los
estímulos que lo suelen elicitar son de naturaleza interna al organismo en su
mayor parte. Un fenómeno característico
también del ataque de pánico es su “omnipresencia”; es decir, la mayor parte de
los pacientes con otros trastornos de ansiedad, sea cual sea el trastorno,
pueden poseer experiencias de pánico (el pánico es, pues, un fenómeno común en
todos los trastornos de ansiedad). (Sandín y Chorot, 2002).
CLASES DE ATAQUES DE
PÁNICO:
Cada vez más son los autores que asumen
que sólo el primer ataque de pánico
es inesperado, (espontáneo y sorpresivo).
Uno de ellos distinguido en este campo, (Barlow, 1988), hizo una descripción
detallada en base a los términos: señalado
y esperado. Pudiéndose obtener 4
combinaciones posibles: a): señalado/esperado; b): señalado/no esperado; c): no
señalado/esperado y d): no señalado/no esperado. Posteriormente la APA de donde
Barlow es uno de los pocos asesores psicólogos, distinguió 3 tipos de ataques
de pánico asumiendo cierta identificación con dichos conceptos. (DSM-IV APA,
1994).
En
primer lugar, para el diagnóstico de Trastorno de Pánico, debe existir ataque de pánico inesperado. En segundo,
el ataque de pánico limitado situacionalmente
es característico de las fobias específicas (al dentista, animales, oscuridad,
fenómenos meteorológicos, espacios cerrados, etc.) y de la fobia social (miedo
a hablar en público, reuniones sociales, etc.), entre otras. Sobreviene de
forma casi invariable e inmediatamente después de la “señal” disparadora.
Finalmente, el pánico
predispuesto situacionalmente es un
tipo que no se ajusta a ninguno de los dos tipos anteriores; esta modalidad de
ataque de pánico a veces ocurre asociado a alguna señal y a veces no, a veces
ocurre inmediatamente a la exposición de la señal y a veces no; se da
preferentemente en el trastorno de pánico con agorafobia, pero a veces ocurre
en las fobias específica y social.
Por si ello fuera poco, en el texto
revisado del DSM, (DSM-IV-TR, APA 2002), al igual que su antecesor, tiene el
inconveniente de que, aplicando sus criterios, es posible establecer un
diagnóstico de ataque de pánico sin que la persona sienta miedo o ansiedad. Por
ejemplo, si un individuo exhibe una intensa molestia o disstres (discomfort), acompañado de 4 de los
síntomas que más arriba hemos descrito según la APA, estaríamos paradójicamente
ante un ataque de pánico, sin miedo, (sin la percepción subjetiva de miedo).
Kushner y Beitman, dos autores “atentos”,
han llegado a proponer incluso esta desafiante categoría a los comités de
expertos. (Kushner y Beitman, 1990).
ABORDAJE
FARMACOLÓGICO:
Tradicionalmente desde la década de los
90 aproximadamente se consideraba –y fundadamente- que los fármacos de elección
de cara al abordaje del trastorno o ataque de pánico eran los ansiolíticos de
la familia de las benzodiacepinas y los antidepresivos del llamado grupo ISRSs
o inhibidores de la recaptación del neurotransmisor serotonina de manera
selectiva; no como en los años previos en los cuales se utilizaban los
antidepresivos tricíclicos (ATC), mucho más toscos y con afinidad por otros
receptores aparte de la especificidad por los serotoninérgicos.
En este sentido es preciso hacer un
breve inciso para indicar que “los
antidepresivos no sólo se prescriben para la depresión”, sino que también
tienen un perfil ansiolítico, anti-fóbico, anti-obsesivo, anti-bulímico, etc.
Esto
se consideró teniendo en cuenta por un lado la experiencia clínica y los
resultados de los meta-análisis, que son estudios de revisión sistemáticos y
con una gran rigurosidad estadística, (controlando numerosas variables de los
mismos) sobre los efectos de determinados tratamientos; ya sean éstos
farmacológicos o psicológicos, como ejemplos.
Entre los primeros, por su
especificidad en las crisis de angustia –panic attacks, término anglosajón- es
el alprazolam, y así queda dicho tanto en su ficha técnica, como en su
prospecto. Aunque ya a finales de los noventa, se recomendaba su uso asociado a
un ISRS o antidepresivo tricíclico (ATC), (Sheikh y Swales, 1999). Es un
ansiolítico de vida media corta e inicio rápido. De hecho es la benzodiacepina
más potente –además de su rápido inicio de la acción- después del clonazepam
(Stahl, 2002). El principal problema que presenta es la posible creación de
dependencia, que un médico avezado explicándole (y advirtiéndole) a su paciente
sobre la duración limitada de la prescripción, el posible efecto rebote de
ansiedad, pérdida de capacidad hipnótica, y cesación paulatina de su
tratamiento, no hace de tal ese problema, o al menos lo minimiza. Otros
inconvenientes son la somnolencia o sedación y ligera amnesia anterógrada que
desaparecen a los pocos días de tratamiento, por lo que se desaconseja en ese
breve período no conducir ni manejar maquinaria que se pueda considerar
peligrosa o de riesgo. No obstante las nuevas formulaciones de liberación
prolongada o retard, hacen que el producto sea más seguro.
En cuanto a los segundos (los ISRSs),
la paroxetina, sertralina, y el escitalopram se han mostrado como los más “efectivos”; si bien, otros de la misma
familia como la fluvoxamina, citalopram y la tan conocida fluoxetina, (Prozac)
pueden beneficiar al paciente; si bien los tres primeros muestran un espectro
más amplio en cuanto a trastornos de ansiedad se refiere atacando de este modo
la posible co-morbilidad (solapamiento de síntomas u otros problemas ansiosos).
El perfil de seguridad y eficacia como
decimos es relativamente alto, se pueden utilizar durante muchos más meses que
las benzodiacepinas aunque son bastante más caros y, obviamente, no están
exentos de efectos secundarios. Entre ellos nos podemos encontrar con posibles
disfunciones sexuales (por ejemplo, anorgasmia en la mujer y/o eyaculación
retardada en hombres), estreñimiento, disminución del apetito y molestias
gastrointestinales. Si bien “por norma” éstos desaparecen al cesar el
tratamiento o dejando pasar un tiempo prudencial.
Es conveniente
asimismo que –aunque en puridad no se pueda hablar de síndrome abstinencial- se
reduzcan de manera paulatina cuando el médico decida que ha llegado el momento
de retirarlos para no sufrir innecesariamente cualquier efecto adverso, sobre
todo si se han consumido durante períodos prolongados.
AFRONTAMIENTO
PSICOLÓGICO (TÉCNICAS):
En cuanto al consumo
de fármacos, como recomendación
psicológica preventiva adicional (si no primordial), es que no hubiere
estresores -a corto plazo al menos- o que mediante las adecuadas técnicas
cognitivo-conductuales, éstos se hubiesen controlado “antes” de la retirada del
fármaco.
Así
pues, en este sentido, como la Agorafobia va casi siempre unida al Trastorno de
Pánico, en numerosos casos será imprescindible un abordaje psicoterapéutico. No
es ocioso tampoco recordar que por otra parte en la Agorafobia puede haber
ausencia de Trastorno de Pánico.
En
cualquier caso, tras una adecuada y
minuciosa evaluación cognitivo-conductual, se deben utilizar estrategias o
técnicas de tratamiento psicológico encaminadas a erradicar la evitación
agorafóbica, ya que desde la década de los sesenta a la de los ochenta, se
realizaron numerosos experimentos que fueron revisados posteriormente, en los
que se alcanzó cierto consenso en admitir a la exposición en vivo como el tratamiento de elección (McNally, 1994,
y McNally, 1996). La exposición en vivo
a las situaciones que la provocan (sillón de la peluquería, conducir por
autovías, hacer cola, utilizar transportes públicos como trenes o autobuses y,
en definitiva cualquier situación en la que la persona no se sienta “segura”),
ha alcanzado hasta un 80% de eficacia, los resultados se han mantenido en el
tiempo y la tasa de recaídas es escasa (Marks, 1987).
Ahora bien no es la
panacea ya que un numeroso también volumen de pacientes no aceptan de buena
gana el tratamiento (entre el 20-25%), o lo abandonan prematuramente
(Michelson, 1987). Por lo cual es más adecuado combinarla con otras estrategias
y hacerla de modo graduado en lugar de manera brusca para aumentar la
adherencia y la efectividad al/del mismo.
En cuanto a esas otras aproximaciones
que se han mostrado eficaces, están las técnicas cognitivas como el Entrenamiento en Autoinstrucciones
(Meichembaum, 1977); la Terapia Cognitiva
de Beck (Beck, Emery y Greenberg, 1985), la Terapia Racional-Emotiva de Ellis, (Ellis, 1962) y la Intención Paradójica (Ascher, 1981); que
cualquier psicólogo clínico curtido no encuentra inconveniente en aplicarlas
con efectividad.
Como estrategias de afrontamiento
activo, nosotros empleamos en clínica y expondremos las diez reglas básicas para el pánico de Mathews (aparte de lo
anteriormente mencionado), que resultan muy fáciles de aprender y que la
persona afectada puede llevar consigo para que en el momento de que sufra un
ataque de este tipo, las pueda utilizar sin ninguna incomodidad; del mismo modo
que puede utilizar el “truco”, de la bolsa de plástico para regular –por la
hiperventilación- los niveles de oxígeno en sangre. (Consistente en inspirar y
expulsar ese mismo aire dentro de un sobre o bolsa de plástico u otro material
similar –incluso las manos sirven en algunos casos- y de este modo ir paliando
el “engarrotamiento muscular” y/o las parestesias que pueden llegar a
producirse en algunos casos). Pasamos a describir las primeras a continuación
esperando que le sean de utilidad si sufre de ataques de pánico, (Mathews et
al., 1981):
LAS
10 REGLAS DE AFRONTAMIENTO ANTE UN ATAQUE DE PÁNICO (Mathews, 1981).
1.
Recuerde que las sensaciones
experimentadas no son más que una exageración
de las reacciones corporales normales
al estrés.
2.
No son, en absoluto, perjudiciales ni peligrosas. Solamente
desagradables. No sucederá nada peor.
3 Deje de aumentar el pánico con
pensamientos atemorizantes sobre lo que está sucediendo y a dónde podría conducir.
4 Observe
lo que está sucediendo en su cuerpo justamente ahora, no lo que Ud.” tema”
que pueda pasar.
5 Espere
y deje tiempo al miedo para que se pase. No luche en contra ni huya de él.
Simplemente acéptelo.
6 Observe que cuando Ud. deja de aumentarlo al añadir
pensamientos atemorizantes, el miedo comienza a desaparecer por sí mismo.
7 Recuerde
que el objetivo de la práctica está en aprender cómo afrontar el miedo sin evitarlo. Por tanto, esta es una oportunidad
de progresar.
8 Piense en el avance que ha
conseguido hasta ahora, a pesar de todas las dificultades. Piense en lo satisfecho/a que estará cuando lo consiga esta vez.
9 Cuando comience a sentirse
mejor, mire a su alrededor y empiece a
planear que va a hacer después.
10 Cuando esté dispuesto a continuar,
comience de forma tranquila, relajada. No
hay necesidad de esfuerzo ni de prisas.
REFERENCIAS:
American
Psychiatric Association (APA) (1994). Diagnostic and Statistical manual of mental disorders (4ª ed.) (DSM-IV).
Washington, DC: APA.
Ascher, L. M. (1981).
Employing paradoxical intention in the treatment of agoraphobia. Behaviour Research and Therapy, 19:
533-542.
Barlow, D.H. (1988). Anxiety and its disorders: The nature and
treatment of anxiety and panic. Nueva York: Guilford Press.
Beck, A.T., Emery, G. y
Greenberg, R.L. (1985). Anxiety disorders
and phobias: a cognitive perspective. Nueva York: Basic Books.
Ellis, A. (1962). Reason and emotion in psychotherapy.
Secaucus, NJ: Lyle Stuart.
Klein, D.F., y Klein, H.M.
(1989). The substantive effect of variations in panic measurement and
agoraphobia definition. Journal of
Anxiety Disorders, 3: 45-56.
Kushner, M.G., y Beitman, B.D.
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Marks, I.M. (1987). Fears, phobias and rituals: Panic, anxiety
and their disorders. Nueva York: Oxford University Press (traducción
española, Martínez Roca, 1990).
Mathews, A.M., Gelder, M. y
Johnston, D.W. (1981). Agoraphobia.
Nature and Treatment. Nueva York: Guliford Press (traducción española,
Fontanella, 1985).
McNally,
R.J. (1994). Panic disorder. A critical analysis. Nueva York: Guilford Press.
McNally, R.J. (1996). Desarollos
recientes en el tratamiento del trastorno de pánico. Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, 2: 91-103.
Meichembaum,
D. (1977). Cognitive-behavioral
modification. Nueva
York: Plenum Press.
Michelson, L., Mavissakalian,
M., Marchione, K., Dancu, C., y Greenwald, M. (1987). The role of self-directed
in vivo exposure in cognitive, behavioral and psychophysiological treatments of
agoraphobia. Behavior
Therapy, 17: 91-108.
Sandín,
B., y Chorot, P. Trastorno de Pánico. En Belloch, A., Sandín, B., y Ramos, F.
(2002). Manual de Psicopatología (Vol.:
2). Madrid: McGraw-Hill.
Sheikh,
J.I., y Swales, P.J. (1999). Treatment of panic disorder in older adults: A pilot study comparison of
alprazolam, imipramine and placebo. Int
J Psychiatry Med, 29(1): 107-117.
Stahl,
S.M. Psicofarmacología esencial.
(2002). Barcelona: Ariel Neurociencia.
5 comentarios:
Hola! Me parecen muy interesantes y valiosas esas 10 reglas de afrontamiento ante un ataque de pánico. Puede ser difícil, pero ya una vez que uno comprende de qué se trata el ataque de pánico y qué es lo que está sucediendo en el cuerpo, el temor disminuye muchísimo y se hace más fácil seguirlas.
Celebramos que te guste el artículo Diana. La verdad es que es una de las enfermedades en que más se sufre. Ese miedo es una terrible pesadilla donde el que las sufre siente una certeza absoluta de muerte inminente, pérdida de control (locura) y otros desencadenantes catastróficos. El miedo cuando se desboca llega a extremos insospechados por motivos cotidianos y habituales como es el simple hecho de salir de casa, o inclusive se puede crear una espiral de pánico a partir de una sensación o pensamiento (cómo sentir calor, latidos del corazón, la respiración…) y esas sensaciones, sólo puede ser descritas por alguien que las sufre, las siente.
Por ello, invitamos a las personas que sufren de este tipo de trastorno fóbico que contacten con nosotros vía chat o email para que puedan sentirse mejor. No hacemos terapias online lógicamente, necesitaríamos un tratamiento personalizado con la persona de una manera física, pero nos comprometemos a intentar mitigar sus malestares y aliviar su sufrimiento.
Saludos
Interesante artículo sobre un tema que parece más común de lo que debería. Supongo que junto a las 10 técnicas tamién iría asociado algún tratamiento farmacológico. Bueno, me ha parecido una información muy detallada. Saludos!!
Gracias por compartirlo, puede ayudar a muchas personas. Porque el conocimiento del trastorno, es la base fundamental para actuar de forma adecuada, afrontando las situaciones.
En los casos que se requiera y al inicio del tratamiento psicológico, éste se puede combinar con psicofármacos, a veces hasta es recomendable por dos razones: evitar más sufrimiento del que ya le proporciona el trastorno y mejorar la calidad de vida hasta que el tratamiento psicológico comience a surtir efecto. Se suelen prescribir (siempre por médico), ISRS (inhibidores de la recaptación de la serotonina), una de las hipótesis es que en los ataques de pánico, existe déficit de este neurotransmisor, razón por la que se prescribe este fármaco, y BZDs (benzodiaepinas) para mitigar la molesta e incapacitante situación en la que vive el paciente. Después de unas sesiones de tratamiento psicológico, y siempre dependiendo de cada tipo de paciente, se procede a una retirada gradual de el/los psicofármacos.
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